María Cristina Garrón Barrero I ENSAYO GRÁFICO I BOLIVIA
La autora hace un recorrido por los principales murales de Walter Solón, artista boliviano. El texto analiza los detalles de la obra y el contexto histórico y político en que se realizaron.
Eran las nueve de la mañana cuando empezaron a llegar los invitados. No se trataba de un evento cualquiera, sino de uno en el que Walter Solón nos esperaría en su casa para llevarnos a un recorrido por nueve de sus obras murales en La Paz. Fue en la Casa Museo Solón donde empezó todo. En el primer piso nos dieron la bienvenida las cenizas de Walter Solón y su esposa Gladys para luego ser invitados por su hijo Pablo a subir al tercer piso, donde un Quijote de espaldas miraba los que serían los últimos murales de Solón, murales inconclusos sobre la hoja de la coca y su biografía; también estaban una selección de bocetos y proyectos de murales. Se sabe que para realizar estos murales Solón hizo varias modificaciones en su taller. Volteó muros, cerró ventanas, abrió puertas y volvió circular el pilar central de su taller para pintar a un Quijote pintor de espaldas y un Quijote indignado de frente.
Para darle una estructura que no fuera plana, Solón colocó varios paneles en forma de zigzag y empezó pintado la historia de la hoja de la coca desde tiempos precoloniales. Solón destaca que la expansión del consumo de hoja de coca se dio con la conquista española para explotar la plata del Cerro Rico de Potosí. En el mural encontramos varias imágenes de denuncia del narcotráfico. Las mafias son invisibles para muchos, pero no para el Sol de Piedra, que está representado por una máscara de bronce con los labios cocidos. Solón consideraba que la función del muralista es pintar aquello que el Sol de Piedra registra pero que no puede comunicar. De ahí el diálogo entre el Quijote pintor y el Quijote indignado con el Sol de Piedra. En el techo, el artista pintó un puente entre el viejo y el nuevo continente construido con esqueletos de indígenas que murieron en la mina de Potosí. El color verdoso de los esqueletos es una alusión a la presencia de la hoja de coca en su organismo. En la parte final encontramos un muro en blanco en el cual Solón quería pintar la crisis ecológica del planeta.
En el otro costado del espacio nos encontramos con el mural autobiográfico de Solón, el cual se sabe que primero fue esbozado en la pared y luego cubierto con paneles a los cuáles traspasó los dibujos que estaban sobre el muro. Casi ningún fragmento del mural está concluido. En él podemos ver la estación de trenes que hace referencia a Uyuni, su lugar de nacimiento, también vemos el accidente de avión, y su recuperación en cama, todo solamente esbozado pero en la parte inferior llama la atención una mariposa de colores. Cuentan que Solón se encontraba pintando una de las vigas superiores de la habitación cuando su nieta tomó con su mano pintura y la untó en el mural que su abuelo estaba pintando. Él la miró y tomando su pincel dibujó la silueta de la mariposa y le dijo: “mira lo que hiciste”.
Cuando Solón falleció se encontraba poniendo una base de piroxilina y aserrín para dar textura y evitar el brillo de la pintura en estos murales, pero ya había producido una vasta y prolífica obra, dejándonos como legado la clave para entender las relaciones que pueden surgir entre el arte y las luchas sociales por los derechos humanos y la transformación social. Desde su primera exposición en el año 1944 en Sucre, hasta su muerte el 27 de julio en Lima, cultivó un arte social que denuncia y expresa los sufrimientos, demandas e ideales del pueblo boliviano, siendo querido y reconocido por los movimientos sociales, hombres y mujeres que lucharon por la democracia, la justicia y la equidad social. En este mural podemos ver representados aquellos momentos trascendentales en los que se forja el carácter de un hombre; vemos, por ejemplo, representada la muerte de su madre.
Su “primer mural” se trataba de un recuerdo de su niñez cuando hizo un dibujo en la pared de su hermana Sara. Al lado está la imagen de su hermano Goyo reproduciendo un billete de 20 bolivianos para mostrar lo que es ser un buen artista. En el siguiente muro, Solón empezó a dibujar el impacto de la Guerra del Chaco sobre su infancia. Esta parte del mural ha sido totalmente descubierta de los paneles que lo cubrían para mostrar cómo era el dibujo original sobre el muro. Más adelante encontramos su paso por el internado del colegio Sagrado Corazón, y su disyuntiva entre dedicarse al violín o a la pintura. Abajo hay once autorretratos de Solón en diferentes momentos de su vida, desde adolescente hasta los realizados en la vejez, terminando en su propio esqueleto. Aquí se encuentra la mariposa de colores que nació cuando su nieta manchó el mural durante la filmación de la película sobre su vida que también quedó inconclusa. Una piedra que cuelga de una vela simboliza la extrema pobreza en la que vivió cuando fue becado en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de La Paz. Mas adelante está la representación del accidente de avión que sufrió cuando estudiaba en Santiago de Chille, y su larga recuperación en la cama número ocho del hospital de Santa Barbara de la ciudad de Sucre.
En el siguiente muro encontramos un Tupac Katari envejecido que continúa aguardando su retorno. Le siguen una serie de imágenes sobre la revolución de 1952 y sus primeros murales. Al lado está la figura del dios griego Anteo que es el nombre del grupo de artistas, poetas y fotógrafos que formó durante esos años en Sucre. La siguiente pared está dedicada a la detención, tortura y desaparición por parte la dictadura de Banzer de José Carlos Trujillo Oroza, hijo del primer matrimonio de su esposa Gladys. Este es un homenaje a la madre que nunca dejó de buscar por cuarenta años a su hijo desaparecido.
SALUD PARA EL PUEBLO
Estuvimos media hora en el taller de Solón, observando y compartiendo anécdotas pero ya era hora de partir rumbo a la Escuela Nacional de Salud, en donde fuimos recibidos por cincuenta estudiantes de medicina, vestidos con delantales blancos, que nos llevaron hacia el mural denominado Salud para el pueblo, en el cual Solón trata de imaginar cómo el tema de la salud debería ser, ideal que el pueblo todavía no ha conquistado. La temática del mural parte de lo boliviano para llegar a los valores universales. Solón decía que, si no había salud, no había país. También pudimos ver en la parte superior del mural la imagen de un tronco que alberga a una feliz familia indígena, cuyo bebé se alimenta del pecho de su madre, mientras que el niño en brazos del padre se muestra como dueño de su destino. El tronco es un símbolo de la solidez que nos brinda la naturaleza, el árbol da sombra y puede llegar a sostenerse a pesar de su contexto.
El mural Salud para el Pueblo puede ser leído desde la izquierda a la derecha. A la izquierda, represión, familias sin servicio médico y una sociedad fracasada. Moviéndonos un poco a la derecha encontramos las luchas por las reivindicaciones, con la imagen de niños saludables jugando; el sueño que los manifestantes quieren hacer realidad para la siguiente generación. Más a la derecha, la conquista de la salud, representada por una mujer sentada sobre el casco del conquistador, la madre sentada sobre las ruinas del feudalismo.
Este mural fue pintado casi veinte años después de que la última junta militar fuera derrocada del poder en Bolivia. El tema de las luchas sociales es un tópico que Solón utiliza para manifestar que la consecución y práctica del derecho a la salud se dará solamente a través del reclamo de los pueblos a los gobernantes por una salud digna. A la izquierda podemos encontrar un hombre que con una mano alza una bandera y con la otra un libro, como referencia del conocimiento como medio para conseguir la victoria en esta lucha. Cerca de esta figura se aprecia la figura de un hombre que aparenta tener cuatro brazos, dos de ellos abajo, encadenados, y arriba los otros dos que se han desencadenado. Debajo de esta figura hay una cabeza hueca, de la cuál emergen monedas y símbolos que representan alguna de las ideologías políticas más extremas, como la cruz gamada. Arriba de estos dos hombres tenemos la imagen de niños jugando acompañados de palomas blancas, que son utilizadas como símbolo de paz. Se aprecian tres áreas de juego -una con niñas bailando, otra con muchachos brincando y la tercera con un muchacho en columpio-las cuales contrastan con la imagen de la mina y los rostros de preocupación a la izquierda, imágenes que representan el poco acceso de los segmentos menos privilegiados a la salud.
EL RETRATO DE UN PUEBLO
La siguiente parada fue la Universidad Mayor de San Andrés a la cual tuvimos acceso por la parte posterior rumbo al Salón de Honor donde nos esperaba la obra El retrato de un pueblo. Este mural es considerado por muchos la obra más importante de Solón. El mural fue inaugurado en 1989 después de casi tres años de trabajo junto a tres ayudantes. Las tres paredes del mural están pintadas con piroxilina en paneles transportables. En esta obra Solón buscó retratar no sólo la historia de Bolivia, sino también capturar el espíritu de este pueblo enclavado en los Andes. Para apreciar este mural, hay que empezar el recorrido desde el extremo derecho del muro e ir avanzando en sentido contrario a las manecillas del reloj.
Desde tiempos inmemoriales a la rebelión de las serpientes es el nombre con el que Solón trabajó la prehistoria de la nación bajo el concepto del mito. Tunupa es el dios del rayo para los Pukinas y Aymaras. Una de las leyendas cuenta que el vino para compartir la sabiduría con los pobladores del lago Titicaca. Los caciques del lugar, temerosos de que la educación del pueblo minará su poder, lo apresaron y amarraron a una balsa de totora para que se estrellara contra las rocas. Sin embargo, la tierra se abrió creando el rio Poopó y la balsa de totora siguió su camino hasta que Tunupa se convirtió en un gran volcán a orillas del salar de Uyuni. Para Solón, Tunupa es el primer educador que buscó emancipar al pueblo.
Las imágenes semiabstractas de siluetas ubicadas a la izquierda del Illimani representan a las culturas milenarias que existieron mucho antes de Tihuanacu y el imperio Incaico. Abajo, Solón destaca los conocimientos de agricultura, alfarería y escultura que tenían los pueblos andinos. El español en blanco, la espada y la cruz marcan el inicio de la conquista. Una conquista que según Solón no ha terminado y que continua de múltiples maneras.
Delante de la puerta del sol de Tiahuanaco, Solón retrató una de las torturas más dolorosas que implementaron los españoles: amarrando de esta forma a los indígenas. La figura del hombre en verde representa al mismo tiempo el sufrimiento y las ansias de libertad.
La cabeza humana con casco de cóndor y el rayo luz que emana de su ojo hasta llegar a la cruz, expresa el proceso de resistencia de las identidades indígenas que perviven a pesar de los procesos de aculturación cristiana. A continuación, tenemos la imagen del conquistador y el indígena que se clavan mutuamente sus lanzas. Solón quiere expresar con estas imágenes la complejidad del proceso de conquista en la que tanto vencedores como vencidos sufren procesos de transformación desigual. Tendido a los pies del hombre de verde y con restos de sogas en sus manos se encuentra Tupaj Katari. En el extremo superior izquierdo pueden apreciar los caballos que buscan descuartizar el cuerpo de Tupaj Katari y la mano de un hombre que trata de detenerlos. Katari significa serpiente en aymara. Las imágenes de tonalidad azul y violeta claro, de guerreros con alas y cascos de cóndor, representan el espíritu del pueblo que resiste a la colonización. La mujer en blanco al final de esta pared inaugura las imágenes del otro muro que empieza con las guerrillas de la independencia de Juana Azurduy.
A la derecha tenemos la siguiente sección que se denomina De las guerrillas de la independencia a la revolución de abril, donde la figura de Jaime Zudáñez y los doctores de Charcas que protagonizaron la revolución del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca. Más arriba se encuentra Pedro Domingo Murillo sujetando la tea de la libertad de la revolución de La Paz del 16 de julio de ese mismo año. Ese grito de libertad es escuchado por una familia dibujada con trazos en color rojo. Este tipo de dibujo con trazo rojo o anaranjado se repite cinco veces en esta pared, con diferentes mensajes relacionados al tema de la libertad.
A continuación, tenemos las imágenes de Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y José María Serrano, presidente de la Primera Asamblea Constituyente que dio nacimiento a Bolivia. Las esperanzas en la nueva república están retratadas por la figura de aquel joven que tiene suspendidos los brazos rompiendo las cadenas. Sin embargo, inmediatamente vemos un indígena en verde escarbando el mineral, y otro con un grillete en el cuello sujetado por los nuevos ricos de la república de Bolivia. En la parte superior encontramos al Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana quien siendo presidente de Bolivia fundó la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). A su lado se encuentra el sacerdote José Manuel Gregorio Indaburu que fue el primer rector de la UMSA.
En la parte superior de la puerta central tenemos un conjunto de imágenes que simbolizan todos los conocimientos que busca abarcar la universidad. Más arriba se encuentran los hombres y mujeres que sujetan los andamios de la sociedad basados en la educación y el conocimiento. El joven con líneas en color rojo que sostiene la tea nos recuerda que la lucha por la libertad está indisolublemente ligada a la educación y la ciencia. Continuando hacia la izquierda se encuentran Eduardo Abaroa, Ladislao Cabrera y los colorados de Bolivia que lucharon en la Guerra del Pacífico de 1879 defendiendo el litoral frente a la invasión chilena.
En la parte inferior, unas tuberías de oleoductos y un hombre sosteniendo un joven caído en la Guerra del Chaco (1932-1935) nos recuerdan que esta guerra fratricida entre Bolivia y Paraguay fue producto de disputas entre transnacionales petroleras. La nacionalización del petróleo del año 1936 está representada por el hombre de color celeste claro con el brazo extendido hacia delante.
El soldado que sostiene una antorcha con un pequeño cóndor en el brazo simboliza a los gobiernos del socialismo militar, representados por David Toro y Germán Busch, que surgieron en la posguerra del Chaco. Este militar está dibujado también con trazos de color rojo para expresar la soberanía económica que conlleva todo anhelo de libertad. Las imágenes en violeta y azul de una mujer indígena sosteniendo una pancarta simbolizan la sublevación indígena que se dio en el Bolivia el año 1947, así como las movilizaciones y huelgas que precedieron a la insurrección de abril de 1952. El campesino con el fusil, los mineros, el ánfora electoral y la niña representan las conquistas de la nacionalización de las minas, la reforma agraria, el voto universal y el acceso a la educación para todos. Las manos que cuidan la pequeña planta simbolizan la esperanza por este proceso de cambio revolucionario. En el cartel que llevan los mineros se puede apreciar la sigla de la COB (Central Obrera Boliviana) que nació al calor de la insurrección de abril. En el extremo izquierdo de este muro, el minero de color amarillo con su fusil, pisando la gorra de un militar, representa la derrota de las Fuerzas Armadas durante la insurrección de 1952. Arriba del casco de minero de color guindo encontramos el auto retrato de Solón (joven) al lado de su mejor amigo Pepe Ballón (tal como era en 1988).
En la parte superior están los retratos del Che, Mauricio Lefevre y Marco Gutiérrez, asesinados en diferentes momentos de nuestra historia. A su lado se encuentra una imagen de lo que fueron las masacres de Tolata y Epizana en 1976 durante la dictadura de Banzer. En el extremo izquierdo podemos ver en la parte de arriba el conflicto entre un hombre que desmonta una torre de petróleo y otro de trazos rojos que levanta una llave mecánica. Esta imagen representa el proceso de desnacionalización del petróleo que se dio precisamente durante el primer gobierno del MNR a través del código “Davenport”.
El siguiente segmento es el denominado Entre dictaduras, democracias y un futuro incierto. A la derecha están representadas las dictaduras militares que amordazaron Bolivia entre 1964 y 1982: Barrientos, Ovando, Banzer, Natush Bush y García Meza. El militar con el rostro de un esqueleto, el soldado que sostiene a los perros, el político sin rostro que agarra unos libros para justificar lo injustificable y el inmenso tanque, retratan este período negro de nuestra historia. La represión que se vivió está simbolizada por los hombres tras las rejas y por el perro que vigila a un preso amarrado a un poste. El llanto y dolor de las familias durante este período está retratado en ese ser humano que llora sobre un cuerpo sin vida. La violación de la autonomía universitaria queda representada por la bayoneta clavada en los libros y la bota militar que los pisotea. La imagen del monoblock universitario en color amarillo y los hombres con las manos en la nuca son sacados de una fotografía del asalto a la universidad durante el golpe de Banzer de 1971.
En la parte superior derecha está la imagen de un militar con un barco en una botella para denunciar el abrazo de Charaña entre Banzer y Pinochet que supuestamente buscaba resolver el enclaustramiento marítimo de Bolivia, cuando en realidad pretendía distraer a la población de los problemas reales que estaba viviendo.
Junto a esta imagen están Luis Espinal y Marcelo Quiroga Santa Cruz, torturados y asesinados salvajemente. Marcelo Quiroga continúa desaparecido hasta nuestros días. En el centro, un estudiante sosteniendo un libro y una mujer de cuatro brazos que levanta una piedra sintetizan la heroica resistencia a las dictaduras militares.
El hombre de rojo con sus tres rostros mira el pasado de la lucha contra la opresión, el presente de la democracia inconclusa y el futuro de un amanecer incierto. Este hombre de rojo no sólo enfrenta a la dictadura, sino también al imperialismo que está representado por el águila imperial y las armas que sujeta con sus pies. La lucha por la soberanía nacional está expresada en la lucha del cóndor y el águila imperial que están en la parte superior. De esta pelea y de la derrota del águila imperial vendrá la paz, que podemos apreciar en la silueta de la paloma de color amarillo claro. La marcha por la vida en resistencia a los despidos masivos de trabajadores mineros del año 1985 está retratada en esas personas que marchan detrás de la bandera boliviana. Es de destacar la relación de las dos Bolivias que pinta Solón. Una representada por los perros en rojo, amarillo y el soldado en verde, y otra, por los colores de la bandera boliviana de la marcha por la vida.
Solón terminó de pintar este mural en 1988 durante el auge del neoliberalismo. El dedica las últimas imágenes de esta pared al futuro de Bolivia y se imagina una rebelión de carácter continental contra el bunker del imperialismo. Él retrata a la nueva democracia sin cabeza, pero con mascara, sosteniendo una espada que defiende al dinero y a la esvástica. Esa mascara cubre el rostro de la estatua de la libertad.
Apoyando su mano en esa democracia sin cabeza está un hombre que necesita de una muleta para mirar al cielo y clamar por justicia. La última imagen es la de un viejo que se pregunta por el futuro mientras mira a un hombre amarrado a un palo. En este trabajo Solón representó el espíritu valiente del pueblo y el papel que asumieron las universidades en la recuperación de la democracia “La verdad no es un mito, es la sombra de los actos en la historia y es la causa por la que pintamos en las paredes el retrato de los pueblos” sostuvo el hijo de Solón al recordar algunas de las frases de su padre.
HISTORIA DEL PETROLEO BOLIVIANO
Continuando con el recorrido llegamos a las instalaciones del edificio de Yacimientos Petrolíferos Bolivianos Fiscales, ubicado en la calle Bueno, donde fuimos recibidos por Danny Roca Jiménez, Director de Planificación Corporativa, quien nos dio la bienvenida al fresco denominado Historia del Petróleo Boliviano. Se denomina «fresco» porque está pintado sobre una superficie fresca, húmeda, compuesta de cal y arena. Este fresco nos muestra la vigorosa y fuerte figura de un aimara que tiene en las manos una antorcha como símbolo de su energía vital y la del petróleo a las orillas del lago Titicaca, donde según los historiadores aparece este recurso energético. A su lado la figura simbólica del padre Barba acompañado de un balsero. A continuación, y de espaldas al espectador, la engreída figura de un conquistador imponiendo el emblema de la Standard Oil. A sus pies la guerra del Chaco. La realidad nacional personificada en una palliri y una agricultura incipiente.
En la parte superior el gran Cóndor de los Andes protegiendo la conquista lograda por la nacionalización del petróleo y las figuras de Abel Iturralde, el General German Bush y el General Toro. Como figura central el hombre del petróleo que enarbola el emblema de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, y al fondo la refinería y los trabajadores anónimos de esta riqueza nacional. En primer plano, obreros perforando un pozo. El futuro de Bolivia personificado en una mujer que sostiene en sus brazos un niño como dueña absoluta de nuestros recursos. Al fondo la tierra roturada por el arado del progreso y la inconmensurable presencia del mar en cuya orilla un pescador nos anuncia nuestro retorno. En primer plano un estudiante con sus instrumentos de trabajo simbolizando el futuro de la patria.
DON QUIJOTE Y TUPAC KATARI
Siguiendo con el recorrido tomamos rumbo a la plaza Murillo, donde en instalaciones de la Gobernación fuimos recibidos por autoridades del Gobierno Departamental de La Paz y pudimos apreciar los murales Don Quijote y Tupac Katari, ambos murales fueron pintados a la piroxilina por Solón con ayuda de su hermano Goyo Mayer en la casa del Dr. Guillermo Jáuregui en 1959, y fueron trasladados al actual edificio el año 1998. En el mural Don Quijote predominan los azules de un nuevo amanecer, mientras en el mural de Tunupa los rojos y ocres rescatan la mitología andina. Este mural relata el arribo de Don Quijote a la ciudad del Illimani. La perspectiva dinámica con grandes protagonistas que saltan de las paredes destaca en ambos murales. Estos dos murales que representan el encuentro del conocimiento ancestral con la búsqueda de la justicia.
En la pared lateral izquierda se encuentra uno de los personajes más emblemáticos de la historia, que además es retomado como una de las figuras más importantes en el arte de Solón, posiblemente debido a las connotaciones de este personaje como la representación almática y espiritual del ser humano que se opone a la condición mundana que rige las sociedades. A primera vista, se trata de una obra de denuncia, testimonio, “memoria” histórica y toma de conciencia sociales; pero también reflexiona sobre el hacer artístico en este mundo sin sentido y su potencia para transformarlo. Bajo el marco amplio de la obra de Solón Romero se tiende a subrayar el mensaje o denuncia.
En la pared del frente nos encontramos con el mural Tunupa. Para pintar este mural Solón retomó la figura mitológica andina sobre la que se han construido varias leyendas. Solón recoge aquella que sostiene que Tunupa fue amarrado por los curacas a una balsa de totora en castigo por esparcir el conocimiento entre los comunarios del lago Titicaca.
Las autoridades esperaban que la embarcación se estrellara contra las rocas, pero la tierra se abrió formando el rio Desaguadero por el cuál su balsa navegó hasta que Tunupa se convirtió en un volcán que lleva su nombre.
EL FUTURO DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL
Continuando con el recorrido, a unos cuantos metros del Teleférico Naranja en la Plaza Villarroel, visitamos el Museo de la Revolución Nacional donde Solón pintó dos de las cuatro paredes, mientras que las otras dos fueron pintadas por Miguel Alandia Pantoja, quién interpretó el pasado de la revolución de 1952. Solón se concentró en el futuro de la revolución nacional, el cual tiene que ver la capacidad de lucha y unidad para enfrentar los resabios del pasado, simbolizados por el hombre en verde, los mitayos de la mina y el indígena labrando la tierra.
En el centro se encuentra un chasqui que trae una misiva de esperanza y rebeldía. Atrás, un minero con una dinamita en la mano y más arriba una marcha. A los costados los campesinos, los estudiantes y los trabajadores que escuchan, amplifican con el pututu el llamado, y se suman a este largo caminar.
En el muro más largo, Solón representa El futuro de la revolución en la figura central de Tupac Katari, que ha recuperado su cuerpo después de su descuartizamiento por cuatro caballos tras la derrota del cerco a la ciudad de La Paz en 1781. La leyenda cuenta que los brazos, las piernas y la cabeza de Tupac Katari, que fueron enterrados en diferentes lugares, se están juntando bajo la tierra, y que la liberación del pueblo se dará cuando se vuelvan a reunir. El hombre que sujeta el caballo negro es la expresión del pueblo que ha decidido recuperar su identidad. La armadura caída representa el fin del colonialismo. El bebé que sostiene la mujer simboliza la Bolivia naciente tras la insurrección de abril.
El Tupac Katari reconstituido está rodeado por un conjunto de imágenes que representan la agricultura, la educación, la electrificación del país, la comunicación ferroviaria y la industrialización. Al fondo el mar que expresa el fin del enclaustramiento de Bolivia. La ronda de niños simboliza la felicidad humana a la cuál debe aspirar todo cambio social. Los hombres en verde y rojo representan al pueblo que empieza a escribir y decidir su futuro.
EL CRISTO DE LA HIGUERA
Al terminar nos dirigimos a la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Andrés, donde en el onceavo piso nos salió al encuentro el mural denominado El Cristo de la Higuera, que fue realizado el año 1982 y para ello Solón tuvo que hacer una serie de investigaciones. Se dice que consiguió permiso para observar una operación del estómago. Le impresionó que algo tan maravilloso se hubiera vuelto cotidiano para los médicos. No obstante, Solón observó no sólo la medicina moderna, sino que también tomó en cuenta otros aspectos, abarcando la alimentación, la medicina tradicional, la naturaleza y la justicia social, componentes que integrados permiten a una sociedad garantizar la salud y la vida.
En este mural el obstinado fruto de la tierra se convierte en un grito, en un grito de vida de un niño entre manos y raíces. Este, a veces, se hace hombre y casi siempre el hambre y la miseria lo convierten en un habitante de una diminuta tumba blanca. En el ande, el valle y los llanos los niños se hacen hombres casi prematuramente, luchan como grandes y son destruidos por la depredación y el olvido. Es entonces cuando aparece El Cristo de la Higuera en la figura del Che Guevara, quien también fue el médico que en alguna ocasión había atendido a la sobrina del pintor. El árbol de la higuera da dos frutos: uno fresco y grande, y otro carente de volumen. El fruto grande señala un futuro rico en la igualdad de la humanidad, el espíritu del Che.
JUANA AZURDUY DE PADILLA Y LOS GUERRILLEROS
Para finalizar nos dirigimos rumbo a Obrajes, a la Carrera de Artes y Diseño Gráfico, donde Solón empezó a pintar el mural Juana Azurduy y sus Guerrilleros, con sus alumnos de pintura mural en la carrera de artes plásticas de la Universidad Mayor de San Andrés de la ciudad de La Paz. El mural recuerda el golpe del coronel Natusch Busch del 1 al 15 de noviembre de 1979. Este golpe militar, que se dio a los principios de la apertura democrática, dejó un centenar de muertos y medio millar de heridos. A pesar de los tanques y los disparos desde un helicóptero hubo grandes protestas y una heroica resistencia que acabó derrotando el golpe. En un extremo del mural encontramos el esbozó de Juana Azurduy de Padilla y sus guerrilleros que 170 años después de su levantamiento contra la colonia española encuentran una Bolivia ensangrentada. Por este mural, que quedó inconcluso debido a un nuevo golpe militar el 17 de julio de 1980, Solón fue detenido y golpeado durante la dictadura de García Meza. Años más tarde este mural serviría de inspiración para su El retrato de un pueblo.
SOLÓN EN EL TIEMPO QUE VENDRÁ
Sin lugar a duda la figura de Walter Solón Romero es clave para entender las relaciones que pueden surgir entre el arte y las luchas sociales por los derechos humanos y la transformación social. Desde su primera exposición el año 1944 en Sucre, hasta su muerte el 27 de julio de 1999 en Lima, cultivó un arte social que denuncia y expresa los sufrimientos, demandas e ideales del pueblo boliviano, lo que le gano el cariño y reconocimiento de los movimientos sociales; hombres y mujeres que lucharon por la democracia, la justicia y la equidad social. Utilizó los muros de diferentes instancias para dejar su mensaje y su legado, una lectura de nuestro país y el ideal como quijotes para mirar el futuro.
SOBRE LA AUTORA
María Cristina Garrón Barrero (La Paz, 1984) es autora de Mapa cultural de La Paz (2018) y del libro de poesía Manzana plástica (2014). Fue coordinadora de la Encuesta Cultural del Municipio de La Paz en 2019. Creadora del proyecto cultural La Paz Lee y del programa de fomento a la lectura de La Paz. Gestora cultural y artista plástica.
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