Uno de los tesoros naturales y místicos de Bolivia,  ubicado en el departamento de La Paz, es el  lago Titicaca  y su isla más extensa, la isla del Sol con sus 14.3 Km2 de superficie. El lago comparte sus aguas con el hermano país del Perú, siendo su distribución de 4.772 Km2 (56%) para Perú y 3.790 Km2 (44%) para Bolivia.

Asimismo, otra de sus características  fundamentales es que Titicaca  es el lago navegable más alto del mundo, situado a una altitud de 3.812 msnm, con  una  extensión de 8.562 km2.El lago sagrado es identificado como la cuna de los incas  y el lugar que dio origen al dios Viracocha o Inti, el dios sol. De estas magnéticas aguas nacieron también sus hijos Manco Capac y Mama Ocllo, fundadores de la ciudad del Cuzco.

El lago sagrado nos gesta como hijos e hijas, invitándonos a recorrerlo para ser peregrinos del agua, para retornar a nuestros orígenes, al deleitarnos con su inmensidad, profundidad  y aparente quietud.

Todos provenimos del agua, de este elemento que nos formó la vida con su oleaje constante, hasta nuestro definitivo arribo en el mundo de la tierra y el aire. Sin embargo, el agua nos llama, nos reclama y activa nuestra nostalgia por sentirla palpitante, y por sentirnos protegidos, resguardados y vivos en las profundidades de sus pliegues.

La libertad se encuentra en lo azul, en el agua y el cielo, donde el horizonte se confunde en silencio, estimulándonos a los más sinceros e intensos sueños y  proyectos. Contemplar  el agua y el cielo nos permite experimentar el infinito universo. En el firmamento las estrellas centelleantes; en el lago sagrado los botes y embarcaciones que, como estrellas fugaces, van dejando una estela espumeante. Ambos, agua y cielo comparten historias y grandes misterios a ser descubiertos.

En el lago, en sus islas, grutas, cuevas y laberintos subterráneos se gestan infinidad de historias narradas por sus habitantes, todas ellas relatan luces que emergen inquietas de las honduras, perdiéndose en la bóveda celeste para, luego de un tiempo, retornar y sumergirse a gran velocidad.

Historias de seres que recorren las orillas, seres luminosos u oscuros, grandes o pequeños que emulan siluetas humanas, seres que según las personas que viven en los alrededores ayudan y sanan a  los viajeros que llegan con propósitos claros hasta estos lugares.

Cerca del agua la vida transcurre en otra percepción temporal, aquí nos encontramos suspendidos por una tenue niebla que nos aclara los sentidos y nos permite maravillarnos con los portentos de la naturaleza; en el lago vemos y vamos con calma, dejamos de correr y, tan sólo, observamos con ojos abiertos y cerrados, aquí, simplemente sentimos el cántico del agua que nos expresa con su lento vaivén:

“te gesté, te entregué al mundo, pero sé que tarde o temprano retornarás a mis aguas primordiales”.

Así, el agua nos llama con hechizante voz de sirena.