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Las mujeres detrás de la Mujer Maravilla

Actualizado: 7 abr 2023


Mario S. Portugal-Ramírez

 

A inicios de 1942, Superman y Batman se habían convertido en verdaderos fenómenos culturales. Por solo diez centavos, un monto que cualquier niño estadounidense podía pagar, los lectores adquirían sus más recientes aventuras en tiendas y puestos de periódicos. Muy pronto, tanto el Hombre de Acero como el Caballero Oscuro extenderían sus franquicias a la radio, televisión e infinidad de productos, extendiendo su popularidad por todo el mundo.


El éxito de ambos personajes inspiró a decenas de artistas a crear los suyos, dotándolos con poderes y disfraces estrafalarios. Los noveles artistas, en su mayoría provenientes de familias migrantes, soñaban con salir de la pobreza y el anonimato como lo lograron Jerry Siegel y Joe Shuster, quienes publicaron la primera aventura de Superman en 1938, luego de repetidos rechazos en varias editoriales. No obstante, los cómics de superhéroes no solo atrajeron a jóvenes, sino también a un personaje muy singular: un psicólogo de Harvard, William Moulton Marston, creador de la primera superheroína conocida como la Mujer Maravilla.


Un personaje particular

Nacido en 1893, Marston fue hijo de una familia acomodada de Massachusetts. Repartía su tiempo en la escuela jugando fútbol y organizando debates sobre literatura clásica griega, aunque pronto se interesaría por el derecho al sufragio femenino. El joven fue testigo del activismo de prominentes líderes feministas estadounidenses como el de Susan B. Anthony o de Elizabeth Cady Staton, quienes encabezaron los movimientos sufragistas.


Posteriormente, Marston ingresó a Harvard donde obtuvo su grado de Doctor en Psicología. Fue profesor en varias universidades, escribió varios libros, inventó un protocolo de control de la presión sanguínea para determinar quien mentía (basado en su hallazgo, se inventaría el polígrafo), e incluso ganó un concurso nacional con un guion para una película. Pese a los lauros obtenidos, la vida de Marston fue una sucesión de fracasos y proyectos fallidos. Obsesionado con probar la infalibilidad de su detector de mentiras, minó su credibilidad al punto que fue considerado un charlatán. Recayó en el cine, en una época donde los estudios cinematográficos contrataban profesionales para dar un aire “académico” a sus producciones y así protegerlas de la censura. En uno de sus experimentos, Marston aplicó su detector de mentiras a un grupo de mujeres jóvenes que veían películas. Su hallazgo no dejaba lugar a dudas, al menos para él: las rubias se excitaban con mayor facilidad que las morenas o las pelirrojas.


Al poco tiempo fue invitado por National Comics (que con el tiempo se transformaría en DC Comics) para formar parte de un panel de académicos que actuaba como consejo editorial. El panel debía dar respuesta a las crecientes quejas de los padres sobre la supuesta mala influencia de los cómics en infantes y adolescentes. Marston aceptó con agrado el trabajo, no solo para paliar sus problemas económicos, sino por su genuina admiración por los cómics. A diferencia de sus colegas, no despreciaba a este medio como parte de la “baja” cultura, mas bien estaba convencido de su potencial para adoctrinar en valores a los niños, sus principales consumidores.


A finales de 1940, presentó a la editorial un personaje que había ideado, asegurando que nadie había visto antes algo semejante: una superheroína. Marston no estaba del todo equivocado, pues casi todos los personajes titulares eran varones, mientras que las mujeres sólo se presentaban como personajes secundarios, en la mayoría de los casos como intereses románticos que el héroe salvaba de forma recurrente. Los editores estaban renuentes al principio, pero pusieron a Marston a trabajar junto al artista H.G. Peter para diseñar a la protagonista. Al año siguiente, la Mujer Maravilla debutó en All Star Comics #8, donde se narró su origen como Diana, princesa de la sociedad matriarcal de las amazonas.


La presentación del nuevo personaje, que se mantiene como canon con muy pocas modificaciones aún en nuestros días, amalgamaba el interés de Marston por la mitología griega así como la posición política estadounidense ante la Segunda Guerra Mundial. El piloto Steve Trevor -el interés amoroso de Diana- estrella su avión en la isla de las amazonas tras escapar de los nazis. Ellas, a través de un artilugio mágico, descubren que hay una guerra mundial y que el militar herido tiene información valiosa para las fuerzas aliadas. Ante la urgencia del momento, Hyppolita, madre de Diana y reina de las amazonas, organiza un campeonato para que la guerrera más poderosa lleve a Trevor a su país y se convierta en embajadora. Diana, disfrazada con una máscara, bate a todas las participantes y se corona campeona para sorpresa de su madre.


Portada de Sensation Comics #1 (1942)

Casi de inmediato, en enero de 1942, las aventuras continuaron en Sensation Comics #1 donde la Mujer Maravilla adquirió la identidad secreta de Diana Prince, secretaria del ejército estadounidense. Para entonces, Marston había demostrado a National Comics que había dado en el clavo: el éxito fue inmediato y las ventas del personaje rivalizaron con las de Superman y Batman. Cada semana, el autor ofrecía a sus lectores unos guiones notables que combinaban historias de guerra, espionaje, ciencia ficción y superhéroes, al mismo tiempo que homenajeaban a la literatura griega. Por esta razón, era habitual ver a la Mujer Maravilla encarando tanto a nazis como a marcianos, montando canguros gigantes, o volando su jet invisible por el mundo. Con el tiempo se fueron añadiendo personajes a su galería de villanas y aliadas, destacando Etta Candy y las estudiantes del Holliday College, grupo de apoyo de la protagonista que no vacilaba para trenzarse a golpes con los criminales.


Los niños estaban encantados con el cómic, pero también los adultos: la protagonista realizaba sus hazañas en un diminuto bañador con los colores de la bandera estadounidense, mientras corría a grandes velocidades en botas de tacones altos. El cómic de Marston desbordaba sexualidad, algo excesivo si tomamos en cuenta que se orientaba a un público infantil y la época en que se publicaba. No obstante, las aventuras de la Mujer Maravilla no hacían sino reflejar la particular vida de su creador.


Las ideas tras la concepción de la Mujer Maravilla

Si bien Marston aparece habitualmente como el creador de la Mujer Maravilla, la historiadora Jill Lepore[i] considera que la concepción de la Mujer Maravilla fue resultado de la relación poliamorosa que vivió Marston con Elizabeth Holloway y Olive Byrne, quienes habrían sido el modelo que definió muchos de los rasgos del personaje. Lepore, basada en su investigación, incluso se anima a mencionar una más que probable coautoría que nunca fue atribuida por Marston en sus guiones. Tal hipótesis no es descabellada si tomamos en cuenta los antecedentes personales de Holloway y Byrne.


Mientras estudiaba en Harvard, Marston conoció a Elizabeth Holloway, graduada como psicóloga de la Mount Holyoke College, prestigiosa universidad pionera en la educación superior para mujeres, la cual se considera que sirvió de inspiración del Holliday College en las páginas de la Mujer maravilla. La pareja se casó en 1915. Holloway se tituló como abogada por la Universidad de Boston en 1918, hecho transgresor para una mujer de la época, aunque le fue casi imposible ejercer su profesión: las posibilidades laborales para las mujeres eran muy limitadas. Según Lepore, Holloway habría contribuido con ideas y con algunas discusiones académicas que sirvieron a Marston en sus investigaciones y libros, aunque éste nunca lo reconoció públicamente.


Años más tarde, ejerciendo como docente en la Universidad de Tufts, Marston conoció a Olive Byrne, hija de la activista Ethel Byrne y sobrina de Margaret Sanger, promotoras del control de natalidad, la maternidad voluntaria, la libertad sexual y creadoras de la primera clínica de control de natalidad en los EE.UU. Olive Byrne ayudó a Marston como asistente de investigación y al poco tiempo se convertirían en amantes. A fines de los años 20, Marston llevó a Byrne a su hogar y anunció su relación. Holloway, estupefacta por la revelación de su marido, no tuvo muchas opciones: Marston le había advertido que si no aceptaba a Byrne se marcharía de la casa. Tras meditarlo, Holloway accedió, puesto que podría conseguir algo anhelado por las mujeres de su época: ser madre y tener una carrera profesional al mismo tiempo. De hecho, con el pasar de los años Holloway se convertiría en la principal proveedora del hogar, tomando trabajos que iban desde vender jabones hasta dictar clases en universidades. Cuando cumplió 35 años, se había establecido como una reconocida editora de la Enciclopedia Británica. Tuvo dos hijos con Marston, los cuales serían criados junto a Byrne.


La joven Olive Byrne vivió en orfanatos debido a la agitada vida política de su madre, Ethel Byrne, quien a menudo estaba en la cárcel o en el exilio. Byrne estudió medicina en la Universidad de Tufts donde ayudó a Marston a investigar a los grupos de mujeres universitarias que estaban a favor de la liberación sexual, en una época donde se negaba que el cuerpo de la mujer pudiese sentir placer. La apariencia esmirriada y andrógina de Byrne atrajo de inmediato a Marston. Cuando se mudó al hogar Marston-Holloway planeaba iniciar un doctorado en psicología, idea que abandonó para hacerse cargo del cuidado de los dos niños de Holloway, así como de los dos hijos que ella a su tiempo engendraría con Marston.


Por supuesto, para evitar el escándalo de la sociedad, la familia Marston-Holloway-Byrne guardó el secreto de su convivencia. El “arreglo” entre Holloway, Byrne y Marston continuó incluso después de la muerte de este último en 1947; ambas mujeres convivieron juntas hasta el deceso de Byrne en 1985.


Página de Sensation Comic # 31 (1944)

Muchos aspectos de la convivencia del trio se plasmaron en los guiones de la Mujer Maravilla, una de ellas fue su práctica del BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo). Cada semana, los lectores veían como la heroína era encadenada, amordazada, vendada o atada por sus enemigos. En cierta ocasión la trama de una aventura se inclinaba por el fetichismo, como cuando la protagonista pierde sus botas y tiene que viajar hasta Marte para recuperarlas. En ocasiones, Marston y H.G. Peter provocaban gratuitamente: en una sugerente viñeta inicial de 1944 (Sensation Comic # 31), la protagonista guiña un ojo cómplice al lector mientras es azotada en las nalgas por su adversaria.


A primera vista, la exagerada sexualización y la referencia a temas como el bondage o el fetichismo pueden parecer una mera estrategia comercial orquestada por Marston y sus editores. Sin embargo, Marston defendía con denuedo una dominación basada en el amor. Para el autor, la parte dominante se convertía en responsable del bienestar del dominado, por lo tanto no debía ejercer ningún tipo de abuso y sólo debía castigarle por su bien: un castigo de amor para corregir alguna falta. A su vez, la parte dominada debía amar a la dominante como agradecimiento por los cuidados y la dedicación recibida; era un amor recíproco que incluso era la semilla para un nuevo orden social.


En efecto, Marston profesaba que los hombres debían someterse hacia las mujeres, quienes para él tenían una mayor capacidad de dominar a través del amor. A sus ojos, el futuro de la humanidad era una sociedad matriarcal. Estas ideas se reflejaron en la actitud de la Mujer Maravilla con los villanos. A diferencia de Superman y Batman, que entregaban a sus enemigos al sistema penal, la heroína los llevaba a vivir entre las amazonas para que sean reformadas a través de la sumisión. En una siguiente aventura se veían los resultados: los prisioneros habían dejado el orgullo y renunciado a su vida delincuencial, convirtiéndose en muchas ocasiones en aliadas de la superheroína. Asimismo, la idea sobre un nuevo orden social matriarcal halló espacio en una historia (Wonder Woman 7, 1943) que ocurría cien años en el futuro: la Mujer Maravilla se convertía en presidente de los Estados Unidos.


La Mujer Maravilla criticaba, a veces de forma explícita, muchas convenciones y prohibiciones de la época hacia la mujer. En su identidad civil, como Diana Prince, tenía un trabajo y era soltera, lo que implicaba independencia económica. En su identidad como superheroína se negaba al matrimonio, insistencia que reiteraba de forma cansina su coprotagonista e interés amoroso, el militar Steve Trevor, quien a menudo mencionaba que de aquella forma mantendría a salvo del peligro a la Mujer Maravilla. La protagonista era consciente de que las cadenas de la vida doméstica acabarían con su carrera heroica, así como las cadenas de sus enemigos masculinos que la despojaban temporalmente de sus poderes.


Es muy complicado saber cuáles de estas ideas, subversivas para la época, eran de autoría exclusiva de Marston. A la muerte del autor, Holloway y Byrne habrían solicitado escribir los guiones de la Mujer Maravilla, lo que demostraría el grado en que estaban inmiscuidas en las aventuras de la superheroína. Los editores de National Comic no tomaron en cuenta su pedido, pues para ellos era inconcebible y comercialmente peligroso que figure el nombre de una mujer como artista de sus publicaciones.


El contar con “escritores fantasmas” (ghostwriter en inglés) era una práctica muy extendida en aquel entonces que persiste en nuestros días. Se pagaba a un escritor para que desarrolle un guion donde nunca figuraría su nombre. En el caso de los dibujantes, sus viñetas debían seguir el estilo del dibujante que comisionaba el trabajo. Un célebre ejemplo es el de Bob Kane, quien por varias décadas tuvo a decenas de artistas anónimos guionizando y dibujando a su célebre creación: Batman. Las artimañas de Kane llegaron a tal punto que ni siquiera se reconoció oficialmente al cocreador del personaje, Bill Finger, sino hasta principios de la década pasada.


Algo similar habría sucedido con la Mujer Maravilla, pues es difícil precisar el aporte de Holloway y Byrne en la concepción del personaje y en la escritura de sus aventuras. Además, Jill Lepore develó también un secreto que el autor se llevó a la tumba: entre 1944 y 1947 varios guiones de la heroína fueron escritos por su secretaria de diecinueve años. Joye Hummel, una exalumna de psicología de Marston, fue contratada por el autor como secretaria personal tras obtener una excelente calificación en un ensayo para su clase. La joven comenzó transcribiendo a máquina los guiones, pero terminaría escribiendo sus propios argumentos cuando el autor contrajo polio en 1944. Se dice que el autor le regaló una copia del libro “La mujer y la nueva raza” de la activista Margaret Sanger, indicando que todo lo que necesitaba saber del personaje estaba en el texto[ii]. Su primera historia, titulada “Las damas aladas de venus” se publicaría en Wonder Woman #12 en 1945; a este primer volumen de Hummel le seguirían al menos unos setenta más que nunca se le acreditaron. Joye abandonó su trabajo en 1947 tras contraer matrimonio, coincidiendo con la muerte del propio Marston.


De esta forma, hasta hace muy poco se atribuía la autoría de la primera superheroína a un sólo hombre, quien, a pesar de expresar un discurso progresista sobre la mujer en una época de mucho conservadurismo, eclipsó el trabajo de tres mujeres que le ayudaron a lograr reconocimiento.


La censura y el renacimiento de la Mujer Maravilla

En los años cincuenta, una ola de censura conservadora abatió a la industria del cómic. El libro “La seducción del inocente”, escrito en 1954 por el psicólogo Fredic Wertham, acusaba a los cómics de convertir a los jóvenes en delincuentes. Para Wertham, Superman era un fascista, Batman y Robin mantenían una relación homosexual (idea que trascendió hasta nuestros días), y la Mujer Maravilla hacía apología del lesbianismo y del bondage. Transcurrieron varios años antes de que las ideas de Wertham fuesen debatidas y refutadas, aunque el daño estaba hecho: el Congreso de los Estados Unidos discutió el contenido de los cómics y se institucionalizó la autocensura de las editoriales a través del Comic Code Authority.


Marston no llegaría a ver todo lo ocurrido, pues el cáncer le segó la vida en 1947, ocasionando que el personaje se desvirtué al pasar a manos de diferentes guionistas hombres. Guiones cuestionables y la censura hicieron que la Mujer Maravilla asuma roles más convencionales y “femeninos”, convirtiéndola en un personaje genérico que ya no competía ni en habilidades ni en ventas con otros personajes de DC Comics.


Portada de Ms. Magazine (1972)

A finales de los años sesenta, la Mujer Maravilla perdió sus poderes, abandonó su traje y se convirtió en una “detective” que poseía una tienda de ropa de moda. Para inicios de los setenta, sus poderes y su rol junto a otros héroes le serían restaurados, aunque esto mostró el sentido de la oportunidad comercial de DC Comics mas que su respeto por el personaje. En efecto, la heroína se había convertido en un ícono del feminismo liberal de las mujeres blancas en los EE.UU., después de que la revista Ms. Magazine, dirigida por la activista Gloria Steinem, publicase en su portada su imagen utilizando el traje original.


En los siguientes años, la Mujer Maravilla recuperó su popularidad y su lugar junto a Superman y Batman. Apareció en series, películas e incluso logró una nominación como Embajadora Honoraria para el Empoderamiento de las Mujeres y las Niñas de las Naciones Unidas en el 2016[iii], título retirado ante las críticas por la sexualización del personaje[iv]. En los cómics, nuevos artistas, en su mayoría hombres, se hicieron cargo del personaje, destacando etapas como la de George Pérez, Gail Simone o Greg Rucka, entre otros, quienes enfatizaron sus poderes, así como sus orígenes inspirados en la mitología griega. No obstante, otros autores poco o nada añadirían al personaje, como la espantosa serie limitada “Wonder Woman: Earth One”, del afamado guionista Grant Morrison, donde se recuperan temas como el BDSM o el lesbianismo, sólo para darnos una versión hipersexualizada d la superheroína.

El personaje, que cumplió ochenta años en el 2021, continua como una de las franquicias más importantes de DC Comics. No obstante, ya no es el legado de William Moulton Marston y el dibujante H.G. Peter, sino de Elizabeth Holloway, Olive Byrne y de Joye Hummel, tres mujeres cuya contribución hicieron posible que exista la heroína. Ocho décadas después, sin importar las reinterpretaciones que se hagan del personaje, las historias iniciales de la Mujer Maravilla continúan siendo transgresoras y fascinantes, pues continúan desafiando estereotipos en tiempos en que la moralidad es incapaz de identificarse como totalmente conservadora o decididamente liberal.


 

NOTAS


 

SOBRE EL AUTOR

Mario Siddhartha Portugal Ramírez es editor de la revista Boca ‘e Loba. Su más reciente publicación es el libro de cuentos “Pequeñas historias de grandes embusteros” (Fundación BCB, 2021).

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