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  • Foto del escritorChristian Jiménez Kanahuaty

Hacia una exploración epistemológica del cuento

Actualizado: 13 dic 2021


El escritor boliviano Christian Jiménez Kanahuaty nos comparte el texto titulado “Hacia una exploración epistemológica del cuento”. Este escrito es el prólogo de “Soledad bajo el neón. Antología de cuento contemporáneo en América Latina” (2021), editado por el Centro de Publicaciones PUCE del Ecuador. Jiménez Kanahuaty es el compilador de esta antología que reúne a autores y autoras de toda América Latina donde destacan la boliviana Liliana Colanzi, la mexicana Guadalupe Nettel, el colombiano Juán Cárdenas o el paraguayo Cristino Bogado.

 

CHRISTIAN JIMÉNEZ KANAHUATY


La construcción narrativa de la prosa en América Latina se construye socialmente porque está fundada en la exploración de nuevas formas para rastrear el pulso de temas emergentes en la vida social de los Estados, y esto quiere decir que la narrativa en formato cuento es un modo de conocer lo real. Pero a partir de su representación y sobre todo, a partir de una previa interpretación por parte de un autor determinado que viene cargado de una serie de experiencias domésticas, cotidianas, educativas y económicas que determinan su escritura y el foco de atención que coloca sobre el devenir de sus personajes, que son creación, recreación e imaginación. Así el cuento en este tiempo contemporáneo afronta también la ruptura con la tradición. Y no es una tradición que haya ceñido el sistema narrativo del cuento, más bien, es una tradición que colocó al cuento en un lugar específico del campo literario e hizo de él una ballena blanca cuya cacería implicaba un riesgo y un ejercicio de estilo, pero también una política. La política del cuento es un reconocimiento sobre su estética, su brevedad y revelación. Si bien la fórmula remite a los factores clásicos de manual de escritura del cuento, hay que notar que ese piso mítico afronta su mutación y distorsión debido a los contextos cambiantes del universo sobre el cual el escritor tiene puestos los pies al momento de escribir. Y es que ningún escritor escribe sobre un vacío. Ni tampoco escribe sin precedentes o sin precursores. Por ello, el escritor ontológicamente busca establecer un puente entre ese manual clásico de la escritura del cuento y una forma diferente de conectar lo íntimo con lo exterior y lo exterior en muchos de los cuentos de esta antología tienen sello de realidad concreta, marcas de agua que delimitan, nombran y connotan una geografía y es ésa geografía la que permite que el cuento tome muchas formas de presencia en el espacio público del debate sobre la prosa que narra el presente.


Aprehender el presente es el límite de la literatura. Es el límite que impone la tradición del rol del escritor como gran traductor de la realidad a una forma de ficción que puede ser consumida como entretenimiento, pero que, al mismo tiempo, posee la capacidad de interrogar lo que cuenta a medida que lo que cuenta se va escribiendo.


Portada de la antología de cuentos

Pero, en todo proceso creativo hay problemas, y lo que hace el escritor es recurrir a una selección de lo que se debe contar por el bien de la historia y lo que se debe contar por el bien del formato cuento. En esa tensión de resolución por la historia y el formato, el escritor debe decidir el sentido y el significado que desea otorgarle a lo que escribe. Lo que escribe, entonces, termina por convertirse en la síntesis creativa de una forma de afrontar la selección que la escritura impone al escritor su rigor y su mirada. El foco de atención es desplazado en procura de la economía de palabras o por la fuerza de la metáfora en el momento justo o por la epifanía que remite a la idea de que la expiación del personaje debe ser tal sólo si tras su descenso al infierno, emerge renovado y cargado de una nueva patina vital que le ayudará a afrontar su nueva existencia. A veces, incluso, el cuento sólo narra el antes y lo que viene después del conflicto, queda en manos del lector, para que sea su imaginación la que rellene los vacíos.


En ese sentido, la interpretación social del cuento es un puente sobre el vacío social que puede pensarse como un sentido de que la prosa en el cuento intenta indagar sobre la discontinuidad. Aquí no se trata de interpretar el tema y los recursos para ponerla en escena, sino, la forma, y más que la forma, los recursos conceptuales y teóricos sobre los que el cuento inconscientemente se mueve para funcionar y ser escrito. Una epistemología del cuento, interroga esos niveles de decisión creativa por los cuales atraviesa el escritor a la hora de dar sentido a una historia que tiene en mente o una historia, si se prefiere que haya sido socialmente invisibilizada, y el rol que escoge el escritor, es básicamente la de hacer emerger esa historia a la superficie. Poner en cuestión la realidad es sacar a la superficie lo que la propia realidad histórica de cada sociedad se ha empeñado desde los imaginarios culturales modernos, ocultar bajo un discurso de modernización y progreso estatal.


Ningún cuento de esta antología reflexiona por fuera del Estado y el Estado no es sólo aquella formación política que históricamente se ha constituido como estructura de dominación que tiende a iniciar procesos hegemónicos para establecer una gramática que apoye su funcionamiento y la profundización de las políticas públicas que sobre lo común pretende establecer para mapear el sentido de la acción colectiva que apunta al cambio social; es, entonces, en el espesor de esta realidad que los cuentos funcionan. Dialogan con este estado de situación y romper la tradición desde un lugar de enunciación que posibilita la materialización de una narrativa disruptiva con el orden imperante que el Estado pretende colocar como normal y legítimo.


Los cuentos de esta antología cuestionan esa normalidad y atentan contra la legitimidad política, social, cultural del Estado. Son las formas diversas por las cuales el Estado se presenta en la sociedad porque no puede ocultar ni reducir la prosa a un ejercicio de retórica. Los cuentos de esta antología desmienten la retórica de la narrativa instrumental que repite el ejercicio de estilo porque la formula funciona. El cuento como lo conocíamos terminó cuando la modernidad entró en crisis. Porque la crisis motivó formas, sentidos y voces inéditas que puedan dar cuenta de una realidad porosa y contradictoria en sí misma. El Estado y el estado del cuento en américa latina hasta hace veinte años, ha necesitado que no exista la contradicción porque el sentido buscado era lo homogéneo, lo sólido y lo tranquilo.


La soledad del neón, por ello, es peligrosa, porque en ésa soledad ocurre todo. El silencio. El peligro y la violencia, la evocación y la exploración artificial de lo natural, la sustitución de lo artificial por lo natural no termina de cuajar y por eso algunos de los cuentos presentes en este libro indagan el grado de verosimilitud de la propia realidad, como si fuesen cuentos escritos por David Linch, buscan el reverso perverso de la forma social a la que quieren insertar el bisturí para que la pus sea el antídoto del aburrimiento y del tedio.


Lo que parece ser un simple cuento resulta ser un cazador solitario que busca sin ir muy lejos, revelar lo que se puede hacer legible de las relaciones humanas que funcionan como agentes constitutivos de formaciones sociales en cambio. El proceso de cambio ingresa de distintas formas en la percepción del mundo y es por ello que los cuentos de este libro se convierten en registros de época, en marcas de un tiempo en duda. Por eso, en apariencia los cuentos empiezan de una forma, y a medida que avanzan aparecen ser una cosa, pero terminan siendo otra muy distinta y eso se debe a que el lector, por un lado, está acostumbrado a que el cuento funcione como un artefacto que produzca sorpresa. Pero, en estos cuentos el motivo del cambio de final es debido a que el cuento se cuestiona a sí mismo como género en el momento de ser escrito y se rebela a su propio autor cuando desea ser algo que ni el mismo autor predijo que sería cuando se dispuso a escribir el inicio del cuento.


CHristian Jiménez, compilador de la antología

El cuento puede ser un concepto. Una herramienta. Una obra de arte. Un objeto de consumo. Un artefacto comercial. Un sentido de pertenencia y un espacio en la cultura. Un cuento también puede ser una disputa dentro del campo letrado y un cuento también es un sistema normativo del lenguaje, pero al mismo tiempo un dispositivo en el que se suspenden las reglas y la tradición y, con ello, tenemos que el cuento es desde otro punto de vista, un sentimiento y una exploración sensorial o una crónica ficticia sobre un tiempo finito, y el cuento es también el sentido práctico de unos personajes que luchan consigo mismos por entender qué lugar ocupan en el espacio de la producción capitalista de la cultura, de los objetos y de los sentidos. Todas las definiciones posibles del cuento tienen algo de verdad y cada una de ellas es aplicable a un cuento de esta antología. Y es por eso que esta antología apuesta por la diversidad, porque diverso es el continente y múltiple es la experiencia que se pretende capturar.


Lo que se captura, en el tiempo, finalmente, es una señal intermitente que se lanza al espacio social. Y como todo espacio está en él, su capacidad para integrar esas señales en su nueva concepción de mundo o, por el contrario, puede subsumir y cosificar la señal que lanza el cuento y la añade a su sistema discursivo. Estas cuestiones ya no dependen del escritor. Ni siquiera del mismo cuento. Dependen sólo del modo en que se difunde el cuento y la manera en que funciona la recepción del cuento en un tiempo y lugar determinado. La lectura del cuento está en última instancia por su fondo social e histórico y en síntesis, lo que se presenta como un cuento puede ser tal vez, una crónica fragmentada de un tiempo fragmentado donde cada cuento, como un trazo se conecta con el siguiente para al final, dar cabida a una figura que es el mapa sensorial de la región y del continente, pero aquí, la política de los sentidos es política porque cada selección hecha por el autor a la hora de escribir el cuento es también una selección sobre la realidad, estableciendo de esa manera el tipo de realidad que es más notoria y representativa de su país frente a las narrativas de los otros países. No es un juego de espejos. Tampoco una forma de estereotipo. Es más bien, un juego de símbolos y de sentidos que se ocupan de lo que es normal y común, pero que, al mismo tiempo, lo transforman, lo desnaturalizan, y lo entregan como algo –un cuento, una historia-, inusual.


Entonces, si de cerca nadie es normal, y si de sentidos comunes está tejida la historia natural de las naciones, lo que hace un escritor cuando afronta la realidad desde la construcción artística del cuento, es limar lo normal, quitar lo repetitivo y apuntar el arco narrativo hacia el sentido del significante. Llenarlo y devolverlo a lo social para que sean el discurso público y la opinión pública quienes se encarguen de irradiar ésa nueva señal de alerta que lanza el escritor cuando siente que la realidad ha rebasado su espacio de contradicción. Oxigena con su historia lo común y el tejido social se ensambla otra vez, y una nueva oportunidad vital tienen lugar. Dicho acontecimiento ocurre, en mayor o menor grado en cada uno de los cuentos de esta antología, corre por cuenta del lector encontrar el instante en que aquello sucede.


Y sí, tras encontrar aquel momento, lo que se desea es que el lector dé voz de alarma a los suyos e integre junto a los autores de los cuentos, el grupo de aquellos que pueden ver el reverso y al anverso de un mismo fenómeno a un mismo tiempo.

 

SOBRE EL AUTOR

Christian Jiménez Kanahuaty (Bolivia) ha publicado dos novelas, Invierno (2010) y Te odio (2011), ambas con la Editorial Correveidile. Ha contribuido con su poesía a varias antologías como "Cambio Climático, panorama de la joven poesía boliviana" (Fundación Patiño-Bolivia); Tea Party I (Cinosargo editores-Chile), Traductores del silencio (Sanatorio editores-Perú) y Sucia Resistencia (Ed. Groenlandia, España).

Varios cuentos suyos han sido publicados en antologías como "La nueva generación" (Ed. Correveidile-Bolivia, 2012) y "de Imposibilidades posibles" (Ed. Kipus-Bolivia, 2013). "Nuevos Gritos Demenciales, antología del cuento de terror" (Ed. 3600. La Paz, 2011), "Una espuma de música que flota. Antología de cuento Bolivia-Ecuador" (Editorial Jaguar, 2015) y en la revista Intravenosa de Argentina.

Dentro de su obra de no ficción destacan el libro "Ensayos de memoria" (Autodeterminación, 2014), "Bolivia. El campo académico, cultural y artístico 2003-2016" (Autodeterminación, 2017), "Movilización indígena por el poder" (Autodeterminación, 2012), La maquinaria andante (Abya-Yala, 2015) y Distorsiones del colonialismo (Autodeterminación, 2018). Sus últimos trabajos publicados son el ensayo titulado "Roberto Bolaño, una apropiación" (2020) y su novela "Paisajes" (Ediciones E1, 2020).

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