Desde su Alcoba de la Alambra, Al-Jataf Abascal contemplaba como la penumbra de la noche iba cubriendo los majestuosos jardines del reino nazarí. Tras vencer a las tropas cristianas de Isabel y Fernando, Abascal se había impuesto en todo el territorio peninsular, aunando los desperdigados reinos de taifas y llegando a un armisticio con los diferentes grupos sublevados en los territorios del Al-Andalus.
Para tal fin, congregó a los sacerdotes de todas las religiones y medió para llegar a un consenso que permitiera una agradable convivencia entre los diferentes cleros. Abascal alegó que una civilización construida en base a la mezcla cultural no podía ser reducida a cenizas por los delirios de grandeza de unos pocos. Era necesario, consideraba, volver a recomponer las bibliotecas vaciadas que tanto habían proliferado durante siglos, y demostrar que la diversidad no era una amenaza sino una riqueza. Como muestra de sus intentos por reconciliar a las diferentes religiones, mandó paralizar las expulsiones de judíos iniciadas por las leyes católicas y permitió que todas las creencias se expresaran tanto en espacios privados como públicos.
Así mismo, puso fin a las sangrientas conquistas en el nuevo mundo y mandó encarcelar al principal instigador del contrabando en la zona: Cristobal Colón. Desde ahora, cualquier contacto en el nuevo mundo sería mediante pactos y acuerdos con los diferentes pueblos aztecas, incas y mayas, sustituyendo a militares e inquisidores por filósofos y comerciantes.
Una vez apresados los dirigentes templarios, en el califato de Al Jataf Abascal prevaleció la paz y decidió que durante su reinado no habría más conquistas. El dinero de las arcas destinadas a los ejércitos pasaron a invertirse en escuelas, bibliotecas e infraestructuras. Puentes y caminos articularon todo Al-Andalus desde Albasit hasta Barcelona, pasando por Sarakosta. El hecho de que la capital estuviera en Granada no impidió que otras poblaciones se desarrollaran de acuerdo a las particularidades de cada zona. El califa Abascal sabía que solo se conseguiría la armonía de Al-Andalus respetando las formas de ser y de hacer de cada territorio.
Al-Andalus se convirtió así en el referente de todo el Mediterráneo, un crisol de razas y culturas donde todo el mundo fue bienvenido y por lo que se le recordará como una de las épocas más grandiosas de nuestra era.
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