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  • Foto del escritorRevista Boca 'e Loba

Christian Jiménez: la novela indaga el territorio emocional de cada persona

Actualizado: 3 ago 2021



Christian Jiménez Kanahuaty es un escritor boliviano con una amplia trayectoria en la literatura y el análisis político. Jiménez converso con nosotr@s sobre su nueva novela y también sobre algunos aspectos del oficio de escribir.

Christian ha publicado dos novelas, Invierno (2010) y Te odio (2011), ambas con la Editorial Correveidile. Ha contribuido con su poesía a varias antologías como "Cambio Climático, panorama de la joven poesía boliviana" (Fundación Patiño-Bolivia); Tea Party I (Cinosargo editores-Chile), Traductores del silencio (Sanatorio editores-Perú) y Sucia Resistencia (Ed. Groenlandia, España). Varios cuentos suyos han sido publicados en antologías nacionales e internacionales como "La nueva generación" (Ed. Correveidile-Bolivia, 2012) y "de Imposibilidades posibles" (Ed. Kipus-Bolivia, 2013). "Nuevos Gritos Demenciales, antología del cuento de terror" (Ed. 3600. La Paz, 2011), "Una espuma de música que flota. Antología de cuento Bolivia-Ecuador" (Editorial Jaguar, 2015) y en la revista Intravenosa de Argentina. Dentro de su obra de no ficción tiene publicados el libro "Ensayos de memoria" (Autodeterminación, 2014), "Bolivia. El campo académico, cultural y artístico 2003-2016" (Autodeterminación, 2017), "Movilización indígena por el poder" (Autodeterminación, 2012), La maquinaria andante (Abya-Yala, 2015) y Distorsiones del colonialismo (Autodeterminación, 2018). Sus últimos trabajos publicados el 2020 son el ensayo titulado "Roberto Bolaño, una apropiación" (2020) y su nueva novela "Paisajes" (Ediciones E1) sobre la cual nos comentó en esta entrevista.

 

Boca 'e Loba (BL): ¿Cuáles fueron los primeros temas con los que te iniciaste en la escritura? ¿Sobre qué escribes hoy en día? ¿Cambiaron tus temas de interés?


Christian Jiménez (CJ): Sobre la primera pregunta, podría decir que eran temas que reflejaban más un estado de ánimo de duda que una exploración que apuntara a la descripción de un contexto general. Lo que quiere decir, en otras palabras, que me preocupaba la intimidad y el dolor tras la ruptura y el abandono. Traducido ya sea en una relación amorosa o familiar. Hoy si bien no he dejado de pensar esos espacios, intento enmarcarlos dentro de relaciones más grandes y amplias donde el contexto, la geografía y las señas de lugar como calles, música, canciones, películas ayuden a que la historia pueda tener mayor profundidad a la hora de establecer un puente con el posible lector. Ya no me interesa tanto las historias cerradas en sí mismas, me importa el exterior.

Creo que mis temas de interés son siempre los mismos, las fracturas generacionales, la soledad, la inminencia de la madurez, la posibilidad de la búsqueda de un mundo mejor por medio de acciones determinadas, por ejemplo; lo que sí cambió es el proceso de escritura y la estructura que soporta la historia. La estructura era algo que no me ha preocupado mucho. Lo hacía de forma inconsciente. Hoy, la estructura tiene un lugar importante es mi escritura y en la reflexión que antecede al acto de escribir. Y lo cierto es que de momento me gusta cómo está funcionando esa parte de la creación, pero no tengo certeza en que si siga pensándola por mucho tiempo o llegará algo nuevo en lo que ponga atención para que la historia se fortalezca a la hora de ser escrita y leída.


BL:¿Desde que empezaste a escribir cómo ha variado tu estilo de escritura?


CJ: Creo que no cambió mucho en este tiempo. Hay una forma que surge de la primera persona del singular y que juega con el tiempo. No lo trabaja de forma lineal, sino que lo trabaja de forma rota y de forma espiralada. Quizá lo que sí fue cambiando tiene más bien que ver con el ritmo de la escritura. Ya no es tan frenética como antes ni hay la certeza de que la escritura era una competencia. Ahora siento que son otras emociones las que guían la escritura. Es más moderada y pausada y la certeza de la muerte también ayuda a entender que el proceso creativo no es un asunto de competencia. En último caso puede ser más bien, una cuestión de resistencia y de determinación sobre lo que se debe escribir y en qué lugar colocar la escritura cuando se presentan todas las demás actividades que en este tiempo implica el estar vivo e intentar reproducir la vida y lo doméstico del mejor modo posible.


BL: ¿Tienes algún ritual o costumbre antes de empezar a escribir?



CJ: Es una bella pregunta, gracias. Sí, no sé si pueda llamarlos rituales, pero sí. Nunca lo había pensado de ese modo. El primer borrador lo escribo en cuaderno y jamás en silencio. Siempre escribo con música. A veces en inglés, a veces en español, a veces jazz, a veces música clásica. Y desde hace unos años mucha música de películas de compositores como Philip Glass o Ludovico Einaudi. También puedo contarles que cada novela fue escrita con un determinado sonido, una específica banda sonora. Invierno, del 2010, por ejemplo, fue escrita escuchando mucho jazz, una banda de rock-pop española llamada Amaral y Bob Dylan.

Tras escribir el primer borrador, la transcripción se hace tiempo después y al hacerlo, ya en el texto que queda en la computadora se realiza una corrección. Cuando está toda transcrita del cuaderno a Word, también hay un periodo de descanso y espera. Tras del cual, imprimo el manuscrito e inicio una nueva corrección, y las notas: añadidos, supresiones o cosas varias, las añado al archivo de Word. Pasa un tiempo y reviso el material y sí ya me convence empieza el asunto de la difusión. A veces lo paso a amigos o directamente empiezo a tentar a la suerte, enviando el manuscrito a editoriales y alguna que otra vez a concursos. Si no sale nada, pasado un tiempo, regreso a la novela y la vuelvo a leer y corregir. Es un proceso que lleva mucho tiempo, varios años.


BL: Tu última novela se titula “Paisaje” ¿Por qué este título?

Portada de "PAISAJE" (E1 Ediciones, 2020)


CJ: Responde sobre todo a un modo de entender el paisaje como algo que también sucede en el interior. Hay una geografía de las emociones y una geografía de recuerdos que van conformando un territorio para cada persona y creo que la novela trata de esa posibilidad; la de indagar el territorio emocional de cada persona como si fuese un paisaje lunar, vegetal, territorial, que está presente en cada uno de nuestros actos. Paisaje además pienso que es una de las canciones que está presente en lo subterráneo dentro de la novela porque muchos de los recuerdos del personaje del libro están motivados por canciones o videos musicales y en ese sentido, Paisaje lo remite permanentemente a su familia; y, sobre todo, a la relación que el personaje establece con su madre, que al final, es de lo que versa la novela: de la relación de un hijo con su madre, no de una madre con su hijo. Es importante eso porque al escribirla estuve tentado a ver también la dimensión de la madre, pero hubiera sido escribir una novela diferente a la que tenía intención de escribir.


BL: En el proceso de escritura llegan momentos en que cuesta escribir, ¿cuál sección de tu novela te costó más trabajo, ya sea por la estética o por lo que se quería narrar?


CJ: Creo que el momento más peligros de la escritura es cuando el personaje se parece tanto a mí que las dos historias de vida se tocan y se unen en una misma. Hablar de mí a través del personaje de la novela fue una cuestión de mesura, en ciertos momentos, pero también de exploración de lo sucedido. Lo último siempre con la intención de guardar un poco de distancia para que los sentimientos no lograsen empañar la escritura y la dejarán más bien con claridad absoluta, porque después de todo, la novela es una forma de interrogación sobre el “hubiera”, y todos sabemos que el “hubiera” no existe. Entonces el asunto en la novela es siempre encontrar el punto medio. Un lugar que pueda ser habitado, pero sin el riesgo de que la novela perdiese continuidad ni que por ello lo que se cuenta fuese tan sólo un discurso que, por su contenido, remitiese más a una confesión psicoanalítica y no una ficción.


BL: ¿Qué aconsejas a aquellos escritores que están comenzando para que logren difundir su trabajo?



CJ: En primer lugar, que vean la escritura no como un hecho social que les permita ascender en su capital simbólico. No se trata de alcanzar un mejor status por medio de la escritura; su finalidad es la de comunicar una experiencia. Y en ese sentido, quizá escoger las lecturas poco a poco, tras leer todo lo que caen en las manos, darse el tiempo de ser selectivo y de ser agresivo con lo que se lee para establecer una distancia crítica con la cual emprender el camino de la construcción de un árbol genealógico propio. Un árbol genealógico está hacia atrás constituido por los precursores de una escritura y hacia adelante por los pares y los escritores con los que se quiere dialogar por medio del texto de ficción.

Es importante que la persona que desee dedicar su tiempo y luego, su vida a la creación de una obra de arte bajo el nombre de prosa o verso entienda que la escritura es una cuestión geológica, donde el sedimento es tan importante como aquello que se ve. Y, por otro lado, quizá tenga que ver en último lugar con el peso que la escritura ocupa en la vida de esa persona que quiere convertirse en escritor. Debe preguntarse si lo que hace lo hace feliz o si es sólo parte de algo más. Cada respuesta alumbra un determinado tipo de escritor y cada respuesta, por supuesto, arriba también a un modelo concreto de escritura. No hay escritores malos o buenos, lo que gesta la diferencia es la escritura en sí misma, cuánto de ti o cuánto del exterior está en lo que se escribe y la intención con la que se realiza dicha labor.


BL: ¿Cuáles son tus proyectos actuales? ¿Puedes contarnos un poco más sobre ellos?


CJ: Es una novela. Está escrita en verso, como si fuese una conversación. Oraciones que no terminan de ser párrafos que van de un extremo al otro en la hoja de papel.

Es una historia contada en primera persona, pero a través de la voz de una mujer. Ella nace en la década de los cuarenta y ve pasar por su vida todo un mundo político, social, cultural e íntimo del cual ya desea dar cuenta antes de que la noche oscura del mundo arrope su cuerpo.

En esta historia me interesa mucho ver todo lo que en Bolivia pasó desde ese tiempo hasta el presente. Pasa revista a través de sus recuerdos, memorias y olvidos buena parte de nuestra historia del siglo XX y claro, de alguna manera ella lo que quiere es también entender por qué sucedieron tales cosas y no otras en su vida y en las vidas de las personas con las que comportió la edad de la juventud y la edad de la madurez.

Quizá, podría pensarse que indirectamente, la novela también habla sobre el uso de la memoria y el significado que le adjudicamos a los recuerdos y el modo en que funcionan a lo largo del tiempo; el matiz que adquieren conforme pasa el tiempo y cómo se vuelve recursiva una voz que intenta nombrar desde la vejez lo vivido generacionalmente. Por eso, hay en la historia mucha sensación de conversación, de una conversación sostenida en el tiempo y que, por ello, a veces, se torna espiral.

En eso estuve trabajando un poco en el confinamiento derivado de la pandemia y sí, esperemos que haya valido la pena y que la novela pueda significar algo para los lectores en el futuro inmediato. Veamos qué pasa.

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