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MAUS: El cómic y la memoria* -por Mario Portugal Ramírez-

En 1978 se publicaba un breve, aunque sustancioso, texto de Arthur Asa Berger llamado “Tomando seriamente a los cómics”, donde el autor invitaba al lector a analizar con mayor detenimiento a estos artefactos culturales. Desdeñados casi por completo como objeto de estudio de las ciencias sociales, Asa Berger señalaba que tras esa fachada inofensiva y orientada al mero entretenimiento podían encontrarse ácidas críticas políticas y sociales, sin mencionar los complejos contenidos que enlazaban literatura y filosofía. Los años le darían la razón, no sólo porque los cómics fueron ganando en complejidad (ahora autodenominados novelas gráficas), sino también porque se constituyeron en una veta de estudio y de expresión artística.

Uno de los usos más admirables que se ha dado al cómic es para preservar y recuperar la memoria histórica. Grandes obras han visto la luz que merecen ser destacadas y mencionarse aunque sea brevemente: “Persépolis”, autobiografía de Marjane Satrapi sobre Irán antes y durante la revolución islámica, “Barbarie” de Jesús Cossio sobre la violencia política en Perú entre 1985 y 1990; y “El Eternauta”, obra maestra del cómic argentino de ficción que criticó duramente a las dictaduras militares. Dentro de estas obras destaca “Maus” del historietista Art Spielgeman sobre el Holocausto, publicada a finales de la década de los 80.

Las historias (literarias y audiovisuales) acerca de sobrevivientes del Holocausto son abundantes, destacando en especial autobiografías como “Si esto es un hombre” de Primo Levi o las “Crónicas del mundo oscuro” escrita por Paul Steinberg. Los enfoques de ambos autores son disímiles, pues mientras Levi trata de comprender las causas de las “zonas grises” donde se deshumanizaban a las víctimas, Steinberg no se acobarda para relatar en forma casi impersonal que el afán de supervivencia justificaba cualquier acción dentro de los campos de concentración, incluso si se trataba de una víctima victimizando a otra. “Maus” toma un camino diferente, no sólo por tratarse de un cómic que trata un tema tan escabroso, sino también porque no es un relato de primera mano, sino la historia del padre del autor.

La obra de Spielgeman se enmarca dentro de la posmemoria, concepto acuñado por Marianne Hirsch, que implica una transmisión de la memoria hacia los descendientes que no vivieron directamente los hechos. Esta memoria es, por tanto, distinta a lo que vivió el testigo, la transferencia inter e intrageneracional oscila entre la continuidad y la ruptura donde se trasmite un conocimiento de la experiencia y, a la vez, el trauma. Ahora bien, el receptor de la siguiente generación no recibe esta memoria de forma pasiva, pues la utiliza para construir la suya, su identidad esta transversalizada por la experiencia generacional. La posmemoria se convierte así en un ejercicio de proyección y creatividad a partir de los recuerdos traumáticos de la generación pasada.

“Maus” narra la historia del padre de Spielgelman, un judío polaco que lucha por la sobrevivencia de su familia, pero además el autor busca entender sus propias circunstancias aunque éstas no fueron afectadas directamente por el nazismo. El dibujante toma así mucha relevancia en la narración, pues en ciertos momentos se convierte en el personaje principal, tratando de desentrañar las complejidades de su relación paternal y el suicidio de su madre, personaje desarrollado gracias a los recuerdos del padre. Al reflexionar sobre su papel como el hijo de un judío sobreviviente al Holocausto, Spiegelman refleja incluso algunos hechos que desnudan las peores facetas de su progenitor y de él mismo, aunque todo aquello pierde relevancia frente al contexto de violencia irracional: la historia deja de ser individual, pues refleja la opresión de un pueblo entero.

Un aspecto a resaltar en “Maus” son los personajes que Spielgeman decidió convertir en animales, así por ejemplo, los judío-polacos son ratones, mientras que los nazis son gatos. Si bien esto parece un intento por infantilizar la historia, los horrorosos hechos ocurridos no pierden en ningún momento su gravedad y muchos de los gráficos (por ejemplo los cuerpos de cadáveres amontonados) conservan la misma intensidad que una fotografía. El uso de animales para caracterizar a los personajes le otorga una capa de transtextualidad a la historia, pues los caracteres antagónicos son familiares para cualquier lector y le permiten entender la imposibilidad de una existencia armoniosa.

“Maus” se constituye así en un ejemplo de cómic de una gran riqueza histórica y narrativa. Spiegelman nos muestra así que el cómic puede ser un medio de expresión que va de la mano con una clara intención política: preservar la memoria histórica de un pueblo a través de los recuerdos que mutan y son traídos al presente por sus descendientes.

 

* Publicado originalmente en periódico Los Tiempos de Bolivia (2017)

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