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  • Foto del escritorMario Portugal-Ramírez

EL AMOR EN DON QUIJOTE

Actualizado: 14 dic 2021


MARIO S. PORTUGAL RAMÍREZ

 

Don Quijote de la Mancha, novela escrita durante el siglo XVII, ha sido fuente predilecta del análisis literario debido a que Cervantes a menudo jugó con los niveles diegéticos (o de narración), pero sobre todo por ser un ejemplo de lo que Genette (1) denominó metatextualidad, es decir, la 'relación que une a un texto a otro texto que habla de él sin citarlo, e incluso, en el límite, sin nombrarlo'. En efecto, la estructura del Quijote contiene diferentes estilos literarios que hacen que autores como Johnson (2) definan a esta obra como un “libro hecho de otros libros”. El amor es tratado precisamente desde diferentes fuentes literarias en el Quijote, por lo cual en este trabajo hablaré sobre los tres estilos que podemos encontrar en la obra: los libros de caballería, la tradición épica italiana y el romance Bizantino.

La primera fuente, los libros de caballería (3), presentan al caballero andante como un ser extraordinario que enfrenta grandes desafíos como monstruos, seres mágicos y lugares imposibles; todo ello por su afán de llevar justicia, aunque también por su necesidad vital por la acción. Riquer (4) señala que en este estilo hay una lucha entre el bien y el mal, donde el caballero personifica virtudes heroicas y sentimentales. Pero lo más importante aquí es que las acciones y sacrificios del héroe son ofrecidos a la dama de su devoción. Un ejemplo son las aventuras de Amadis de Gaula y su gran amor, Oriana.

La influencia de los libros de caballería en el Quijote no puede entenderse, sin embargo, sin hablar sobre tres concepciones del amor que influenciaron a la poesía del siglo XVI y parte del XVII: el amor caballeresco, el amor cortés y el neoplatonismo. Parker (5) señala que el amor caballeresco idealiza un amor que depende del honor y de las virtudes masculinas como el valor, la generosidad y la lealtad. Este amor expresa lealtad hacia una sola mujer y, aunque hace una referencia implícita a la castidad, no es necesariamente abstinente: el caballero exige a la dama que le recompense en pago a las obras realizadas a su nombre.

Por su lado, el amor cortés suponía que el héroe estaba ligado a una mujer de clase social alta y por lo general casada. El adulterio era latente, aunque no llegaba a consumarse. En este tipo de amor, el caballero estaba sometido a la dama (relación siervo–señora feudal) y expresaba las virtudes de pureza y castidad.

Parker distingue la diferencia entre ambas concepciones: en el amor cortés hay un amor imposible por la mujer inalcanzable y la abstinencia forzosa causa sufrimiento en el caballero. En cambio, en el caballeresco el amor no es imposible, la abstinencia sexual es temporal y se entiende como un servicio más que hace el caballero antes de consumar su amor con la doncella.

La imposibilidad del amor cortés hace que surja una pasión irracional que está obsesionada con la muerte. El amante no puede escapar de su amada, su amor no es recompensado y solo en la muerte encuentra la liberación. Pero este amor que coquetea con la muerte, que causa sufrimiento y desdicha, no es rechazado por el amante, sino que se desea con ansias y es casi placentero: “El amante está condenado por el destino a amar fielmente, sin esperanza de felicidad; sin embargo, se prefiere esta muerte en vida a la carencia de amor” (6).

En este sentido, el anhelo por la muerte tiene connotaciones religiosas, pues evoca una ritualidad que afirma la pasión del amante: el sacrificio por el amor. Parker denomina a esto la “religión del amor”, es decir, la intención de llevar el erotismo humano lejos de la lujuria y hacia valores positivos que trascienden los sentidos. De esta manera, hay una intención manifiesta de elevar el amor humano como fuente real de la virtud. Esta “religión del amor” no es una parodia de los valores religiosos, sino que se consideraba que la salvación humana era posible a través del amor. Falcón (7) observa que la imagen sacralizada de la doncella infunde al caballero virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza) y teologales (fe, esperanza y caridad).

¿Pero cómo fue posible que el amor tenga este cariz religioso? Es precisamente la relación con la tercera concepción sobre el amor que la hizo posible: el neoplatonismo. Se consideraba así que la mente es enaltecida por el amor a lo bello, a través de una progresión de lo material a lo inmaterial. De esta manera, la contemplación de la belleza de los objetos materiales llevaba a observar la belleza de los cuerpos humanos, luego a la belleza del bien, de ahí a la belleza de las ideas y finalmente al conocimiento y al amor de la belleza absoluta, encarnada en Dios. Esta concepción implicaba eliminar lo sexual–lo corpóreo–por considerarse que distraía al sujeto en su periplo hacia la sabiduría.

El amor neoplatónico del siglo XVI era así el ideal de amor entre hombre y mujer y consistía en superar lo sensual por medio de la razón. De esta manera, el amor de los amantes se equiparaba con el amor por lo divino y teniendo como destino final a Dios: “El amor por la mujer constituía en una etapa hacia algo de lo que formaba parte: el amor por Dios… Era una filosofía que ciertamente, idealizaba y glorificaba el amor humano en la mayor medida posible siguiendo una concepción religiosa o teísta de la vida” (8).

En la relación de Don Quijote y Dulcinea, hay precisamente una referencia a la novela caballeresca de amor cortés, a la muerte y al amor platónico. El periplo de Don Quijote cobra sentido en función de Dulcinea, pues todas sus obras están inspiradas por la doncella del Toboso. Su amor nunca se llega a consumar y hay una clara referencia religiosa en un fragmento de la obra, pues la fe del héroe hace que llame herejes a quienes no crean en una doncella que ni siquiera él ha visto:

“Tú me harás desesperar Sancho -dijo Don Quijote. Ven acá hereje: ¿No te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta?” (9).

Don Quijote se convierte en mártir de su fe por Dulcinea y es repudiado en variadas ocasiones. Recordemos por ejemplo que luego de liberar a los galeotes en el capítulo XXII de la primera parte, Don Quijote les exige en recompensa que ellos se dirijan a El Toboso a rendir pleitesía a Dulcinea, lo cual es rechazado y en su lugar le ofrecen rezar “alguna cantidad de avemarías y credos” (10). El hidalgo rehúsa el ofrecimiento, monta en cólera y trata de agredir a los galeotes, quienes terminan apedreándolo. Aquí, hay dos referencias, la primera al culto a la virgen católica (11) y la segunda al mártir lapidado por sostener su fe. El martirio por la deidad femenina se repite también en el capítulo XXV donde el caballero está en Sierra Morena y se dispone a hacer penitencia para demostrar su amor por Dulcinea. Don Quijote no sólo está dispuesto a recibir castigo físico, sino también el escarnio público: se desnuda ante Sancho para demostrarle hasta dónde le es posible llevar su penitencia.

Así, la fe en Dulcinea justifica la existencia del propio caballero andante. Don Quijote, inventa al personaje Dulcinea a partir de Aldonza Lorenzo, es la única referencia que tenemos sobre ella pues suple el rol del narrador ficticio y realiza la prosopografía y la etopeya de la doncella (12). De esta forma, Dulcinea del Toboso no es más que una personificación del amor idealizado del caballero:

“Y, así, bástame a mi pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que no han de ir a hacer la información de él para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo… Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad.” (13)

El caballero entra así en un círculo autorreferencial puesto que no espera otra recompensa por sus actos que el reconocimiento de Dulcinea como la mujer más bella y que sus hazañas lleguen a sus oídos, es decir, busca que se acepte la existencia de la doncella y, por tanto, de la suya como caballero. Esto le llevará incluso a mentirse a sí mismo, como por ejemplo en el capítulo IX de la segunda parte donde Sancho trata de engañarle diciéndole que tres labradoras son Dulcinea y sus doncellas. En ese momento es cuando más evidente se hace la inexistencia de Dulcinea, por lo cual el protagonista, que solo puede ver a tres labradoras, decide que todo es obra de un encantamiento.

La segunda fuente literaria utilizada por Cervantes es la épica italiana donde encontramos dos estilos, uno de literatura caballeresca que liga el amor a la locura y el otro el pastoral. El primer estilo presenta al enamorado oscilando entre la sanidad y la locura. La historia de Roldán furioso es un ejemplo de la locura producida por el amor: el héroe es engañado por su doncella y entra en un estado de celos que lo llevan al paroxismo, arrancando árboles de raíz y destruyendo todo aquello a su paso. En el Quijote, hay una referencia concreta a este estilo en el capítulo XXVI cuando Don Quijote se encuentra en Sierra Morena buscando hacer su penitencia. En este momento, él se pregunta si debe hacer la penitencia de Amadís de Gaula o si debe imitar a Roldán en su locura de amor:

“…si él [Roldán] entendió que esto era verdad y que su dama le había cometido desaguisado, no hizo mucho en volverse loco. Pero yo ¿cómo puedo imitadle en las locuras, si no le imito en la ocasión de ellas? Porque mi Dulcinea del Toboso osaré yo jurar que no ha visto en todos los días en su vida moro alguno, así como él es, en su mismo traje, y que se está hoy como la madre que la parió” (14)

Por su parte, el estilo pastoral se caracterizaba por tener una inclinación bucólica, introspectiva y filosófica. Johnson señala que simples pastores se convierten en filósofos por el nivel de abstracción con el que tratan un tema, entre ellos el amor (15). En el Quijote, hallamos un ejemplo en la historia de Grisóstomo y Marcela en los capítulos XII a XIV. Ambos nobles, convertidos en pastores por azares del destino, articulan discursos elevados sobre el despecho, el desencanto producido por amar y por un amor que debe caracterizarse por la elección y no la imposición.

La tercera fuente literaria, el Romance Bizantino, surge en oposición a la novela caballeresca y a su forma de concebir el amor. Este estilo literario se caracteriza por narrar la historia de amor de dos amantes que son separados abruptamente por algún suceso, pero que luego de algunas penurias vuelven a reunirse sólo para constatar que el amor ha quedado intacto. Sin embargo, a diferencia de los libros de caballería en su vertiente del amor caballeresco, aquí el amor se caracteriza por ser casto y que sólo puede ser consumado cuando se llega al matrimonio.

En Don Quijote hallamos dos historias que pueden encuadrarse en este estilo. La primera es sobre Zoraida y el cautivo (capítulos XL–XLII) (16) y la de Clara y Don Luis (XLII–XLIV). La primera historia trata sobre un prisionero del rey de Argel quien conoce a una mora llamada Zoraida y se enamora perdidamente. El padre de la mujer es un moro rico que ofrece dinero al cautivo a cambio de llevarse a su hija a España, pero rompe el trato cuando se entera de que ella se convirtió al catolicismo. De esta manera, el protagonista es abandonado en una playa desierta de donde logra escapar, solo para ser atacado posteriormente por piratas, aunque logra finalmente reunirse con su amada. La segunda historia trata sobre el amor juvenil entre un hombre acaudalado y una mujer pobre, en la que el primero llega incluso a abandonar su hogar y a disfrazarse de mozo para poder acercarse a su amor. Al final, Don Luis, el pretendiente, logra casarse con Clara. Como podemos ver, en ambas historias hay los elementos que mencioné con anterioridad: dos amantes que pese a todas las contrariedades vuelven a reencontrarse y un amor casto que llega hasta el matrimonio.

En Don Quijote de la Mancha, Cervantes parodió varios estilos literarios de la época con gran maestría. En este texto busqué mostrar aquellos estilos relacionados al amor, aunque el Quijote encierra en sí muchas más complejidades que solo pueden ser desentrañadas a partir de una lectura cuidadosa y el uso de herramientas conceptuales. Don Quijote es, después de todo, una de las obras cumbre de la literatura en lengua castellana.

REFERENCIAS

1 Genette, Gérard. Palimpsestos. La literatura en segundo grado. España: Taurus. 1989. 2 Johnson, Carroll B. Don Quixote: the quest for modern fiction. USA: Waveland Press Inc. 2000. 3 Debe distinguirse la novela caballeresca que en general narra con verosimilitud la vida del caballero de la época. Cervantes también está influenciado por este estilo, aunque es más evidente su relación con los libros de caballería porque Don Quijote quiere buscar emular las grandes hazañas de sus protagonistas. 4 Riquer, Martín de. Para leer a Cervantes. España: Acantilado. 2010. 5 Parker, Alexander A. La filosofía del amor en la literatura española: 1480–1690. Madrid: Cátedra. 1986. 6 Ibid. pp. 31 7 Falcón, Lidia. Amor, sexo y aventura en las mujeres del Quijote. España: Vindicación Feminista & Hacer Editorial. 1997. 8 Parker, Alexander A. La filosofía del amor en la literatura española: 1480–1690. Madrid: Cátedra. 1986. Pp.63 9 Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Ed. Francisco Rico. Perú: Punto de lectura. 2008. Pp. 611; Ch IX – 2 10Ibid. pp. 609. 11 Otra referencia al culto a la virgen es el capítulo LII donde Don Quijote confunde a los disciplinantes con caballeros y a una doncella raptada con la imagen de la virgen. 12 Dentro de la novela Sancho es la única referencia que tenemos sobre Aldonza Lorenzo y sólo sabe de ella de oídas: “él [Sancho] sabía que Dulcinea era una labradora del Toboso, no la había visto en toda su vida “ (Cervantes 316; ch XXI). 13 Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Ed. Francisco Rico. Perú: Punto de lectura. 2008. Pp. 244; ch XXV. 14 Ibid. pp. Cervantes 249; ch XXVI. 15 “Shepherds who sound more like philosophers sit around under the trees and talk endlesly, and in verse, about love” (Johnson, pp. 76). 16 Ardila indica, sin embargo, que en esta historia pueden también encontrarse influencia del romance morisco, pues presenta a mujeres moras que se enamoran de cristianos, renunciando a la religión musulmana. Ardila, John G. Cervantes y la Quixotic Fiction. El hibridismo genérico. Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America , Vol. 21, No. 2. 2001.

 
Texto publicado originalmente en Revista Buho Literario No 176


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