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  • Foto del escritorVerónica S. Tejerina Vargas

La ropa, el cuerpo y el tiempo en la obra de Jaime Saenz Guzmán

por Verónica Stella Tejerina Vargas I ENSAYO I BOLIVIA

 

El 8 de octubre, Jaime Saenz, uno de los autores más influyentes de la literatura boliviana, cumpliría 101 años. Su vasto legado literario es objeto de las reflexiones de la autora, quien indaga en tres temas que se interrelacionan en la obra de este aclamado escritor.

“Felipe Delgado vio remiendos tan pequeños como una uña, y tan grandes como una mano; vio remiendos de cuero y de terciopelo, de tocuyo, de franela, de seda, y de bayeta, de jerga y de paño, de goma, de diablofuerte, de cotense y de gamuza, de lona y de hule. Vio remiendos de forma circular y cuadrada, triangular y poligonal, algunos espléndidamente trazados, unos feos y otros bonitos, pero todos muy bien cosidos, y, desde luego, con los más diversos materiales: hilo, pita, cordel, cable eléctrico, guato de zapato, alambre o tiras de cuero. En la extensión de la espalda que abarca el campo visual, a una distancia de diez o quince centímetros. Delgado alcanzaría a contar una cosa de treinta remiendos como si nada. Con una mezcla de temor y de repulsión, miraba por momentos en este conjunto de remiendos un tejido vivo, y se imaginaba que éste debía ser sin duda el aspecto ofrecido por el cuerpo que se pudre en el sepulcro”. (Jaime Saenz. Felipe Delgado. 2007:124)

El 8 de octubre de 2021 se cumplieron cien años del nacimiento de Jaime Saenz Guzmán, uno de los escritores más destacados de Bolivia, fallecido un 16 de agosto de 1986 a la edad de 65 años. Gracias a su portentosa obra que abarca diversos géneros como la poesía, la novela, la narrativa, el ensayo y la obra dramática [1], es que podemos celebrar una intensa y profunda vida dedicada por completo a la construcción de una genuina labor que tuvo por pilares la muerte, la vida ,el júbilo, la noche, el tiempo, el olor, las maldiciones, el alcohol y la locura para nombrar algunos; así como personajes y lugares emblemáticos de la ciudad de La Paz [2], lugar que habitó y amó intensamente.


Siendo una obra tan prolífica y variada, es necesaria la lectura y relectura de sus libros para descubrir al autor y su singular talento. Muchos de los temas que desmenuza el escritor ya han sido abordados. Sin embargo, existen nuevos territorios poco explorados que nos permiten maravillarnos por su sensibilidad y originalidad extremas. Algunos de ellos son el tema de la ropa envejecida, el cuerpo y el tiempo; estos tres elementos se entrelazan, pues, la ropa es la piel externa del cuerpo y, a ambas, ropa y cuerpo, el tiempo los transforma y desgasta.


Este escrito tiene por objeto identificar algunos fragmentos hallados en los libros del autor, los que clarifican las temáticas propuestas, generando puntos de convergencia que permitan zurcir este texto con los extractos relevantes de un Saenz creador. Aquí también nos saldrán al encuentro los remiendos de la ropa envejecida con los que Saenz se pasmó, remiendos hallados en el saco del aparapita.[3]


Jaime Saenz demostró ser en vida un exquisito observador de los detalles que lo rodearon, interesándose por lo desdeñado o rechazado, lo sin importancia, por aquello que genera repulsión; todo esto fue plasmado en sus creaciones, abordando temas que lo fascinaron y cautivaron como queda expuesto en esta cita en torno a la ropa envejecida: “La ropa envejecida, raída y sin color, adelgazada por el tiempo; la ropa remendada con cariño y humildad, durante largas horas; la pobre ropa, destinada a la basura, esa ropa encerraba un gran misterio. La gente no podía comprender.” (Jaime Saenz. Felipe Delgado. 2007: 107). La ropa de la cual nos habla Saenz es la ropa del aparapita, pero también la ropa del pobre, del desposeído que es uno con ella, y que a través del tiempo ha creado un lazo de respeto y afecto por aquellos segmentos que lo resguardan del frío, calor, lluvia o viento. La ropa que acompaña en las alegrías y en las tristezas. Los harapos, la ropa que es la única y fiel compañera. Así, la ropa envejecida es mucho más que eso, es un ser vivo, que resguarda y protege, un ser querido, que muta junto con el cuerpo que cubre.


Ilustración de Stella Tejerina Vargas

Asimismo, la acción de remendar es un acto de generosidad, de bondad, de ternura, de sanación, con el cual se trata de ayudar a la “prenda herida”, rota, enferma a no morir, ya que se busca restaurarla y no desecharla aunque para esto cambie su aspecto inicial, como aquí queda clarificado: “Los primeros remiendos han recibido algunos otros remiendos; éstos a su vez han recibido todavía otros, y estos otros, todavía otros más, y así, con el fluir del tiempo, ha ido en aumento el peso en relación directa con el espesor de una prenda, tanto más verdadera cuanto más pesada y gruesa”. (Jaime Saenz. Prosa Breve. 2007:18).


La ropa remendada es para el escritor un objeto que llama la atención por extraño y auténtico, lo hipnotiza y conmueve relacionándolo incluso con el tiempo, así lo señalan sus palabras: “Y tenía ante sus ojos remiendos de todo tamaño y de toda forma; los había de las más variadas telas, pero, sin embargo, el color era uno solo, pues la diversidad de colores había sin duda experimentado innumerables mutaciones hasta adquirir el color del tiempo, que era uno solo.” (Jaime Saenz. Felipe Delgado. 2007:124). Por tanto, los remiendos absorben la vitalidad del tiempo que los va cambiando en una tonalidad uniforme. Tiempo y ropa, pero no cualquier ropa, sino la ropa remendada y gastada, logran ser uno solo.


Lo imperfecto de la ropa envejecida, raída y remendada, con su particular delgadez o pesadez, y su aparente fealdad, significa para el escritor un poderoso talismán cargado de enigmas, al ser una pieza única, verdadera, no falsa ni prefabricada, siendo arte vivo, arte esculpido por las propias manos del tiempo, de la vida y la muerte del portador. Es importante retomar el extenso relato de Saenz en su libro Prosa breve, en su texto titulado “El aparapita de La Paz”, donde se narra el proceso de adquisición de un saco de aparapita, visualizando la fascinación y el temor que Saenz sintió; este fragmento nos ayuda también a comprender la atención que el escritor puso a un objeto tan singular e insólito:


“Yo soñaba con un saco verdadero y quería tener uno. Mis intentos eran rechazados con enojo, con desdén e incluso con mofa. Y tenía que haber sido tuerto aquel hombre para aceptar un vulgar saco a cambio del suyo. Sin embargo, una vez hecho el trato se puso a dudar, se quitó el saco poniendo al descubierto el muñón y le di dinero, además de un abrigo viejo, cuando se quedó desconcertado, me miró con pena y finalmente se fue. Me sentí culpable. Luego me puse ante el grave dilema de hacer hervir la prenda o dejarla tal cual y, habiéndome decidido por lo primero, repetí muchas veces la operación. Su peso disminuyó notablemente por efecto de la potasa. ¡y qué haber de piojos! Hoy por hoy es mi prenda favorita algunas noches de frio intenso, una prenda con la que debo – confesarlo-, me siento un pobre tipo, un impostor intentando vanamente usurpar atributos [4] que de ningún modo me corresponden, como alguien que quisiera impresionar y que, en el fondo, es un hazmerreír y no se da cuenta de nada. Lo cual me da en qué pensar, viéndome con cierto horror en el pellejo del simulador quien, según intuyo, al pretender ser como lo que no es, todavía pretende que los demás quisieran ser como él. Sea lo que fuese, el saco sigue infundiéndome miedo cada vez que me lo pongo; el miedo siempre es un testimonio de alguna verdad oculta.” (Saenz. Prosa breve.2008:19)

Gracias a la cita detallada anteriormente es que nos queda clara la habilidad de Saenz para exaltar y valorar lo defectuoso, lo desechable para el ojo común que sólo mira las apariencias y superficies. Sin embargo, Saenz y su contemplación, nos ayudan a observar más allá, nos interpelan a que aprendamos a ver en profundidad para descubrir nuevos mundos impensados, para extraerle la enseñanza y la sabiduría que custodian las cosas aparentemente insignificantes, cosas extraordinarias de gran belleza oculta; para el autor la existencia del aparapita y su vestimenta fueron objeto de profundo respeto y reflexión, a tal extremo de usar “el saco” que lo conducía a profundos estados existenciales de cuestionamiento sobre la libertad, la vida, el vivir o las simulaciones.


Por otro lado, si bien la ropa envejecida es producto del tiempo, para Saenz, el tiempo también se relaciona con el cuerpo como podemos apreciar en el siguiente fragmento:

”-Usted sabe- dijo-. El tiempo es nuestro cuerpo. No perdona a nadie”. (Jaime Saenz. Vidas y muertes.2008:87). El tiempo es el hombre y su vida como lo expresó el autor: “Tan sólo hace cuarenta y dos años se me reveló que el tiempo es el tiempo, y de este modo llegué a saber que el tiempo es el hombre”. (Jaime Saenz. La Piedra Imán. 1989:23) El cuerpo es también para Saenz un lugar primordial: “En todo caso, tu morada, tu ciudad, tu noche y tu mundo, se reducen a tu cuerpo; y quién lo habita, no eres tú, sino el cuerpo de tu cuerpo…” (Jaime Saenz. Poesía reunida. 2015:329). En varios de sus escritos Saenz nos habla del cuerpo que se halla dentro del cuerpo, y nos hace pensar que nuestro cuerpo va transformándose y revelándose a lo largo de las etapas de la vida emergiendo distinto, invitándonos a descubrirlo y habitarlo como queda expuesto en esta cita: “Mi cuerpo ignoraba el cuerpo que llevaba dentro, y éste a su vez me ignoraba. Y yo, en consecuencia, no sabía lo que era mi cuerpo, que era yo” (Jaime Saenz. La piedra Imán. 1989:183)

Así también, el cuerpo y el mundo se relacionan, ya que cada cuerpo es un mundo con un tiempo de vida específicos; esta cita nos lo expone:

Una esperanza sin esperanza es el mundo, y el mundo se reduce a ti y a tu cuerpo. Y resulta chistoso el que nadie podrá arrebatarte tu cuerpo: él estará contigo por siempre y te será fiel, ahora y en la tumba. (Jaime Saenz. Felipe Delgado2007: 418). De igual forma, Saenz desde su aguda mirada nos brinda reflexiones sobre el ser y la existencia que son mediadas por el alma y el cuerpo, siendo el cuerpo el ropaje del alma, aquí sus palabras: “En qué misterioso momento habré encontrado mi alma y mi cuerpo para amar como amo esta alma y este cuerpo que amo. Este cuerpo, esta alma, están aquí. Yo soy y estoy en esta alma, en este cuerpo, en esta alma que amo y en este cuerpo que amo. Por el modo en que respiraba, en lo invisible y recóndito encontré esta alma. En el modo de mirar y de ser de este cuerpo-en el modo de ser del ropaje, en el modo de estar y no estar, oscuro y sutil del ropaje, encontré el secreto, encontré el estar”. (Jaime Saenz. Poesía reunida. 2015:257).

Finalmente, luego de exponer algunas de las citas halladas en los libros del autor, podemos trazar la relación existente entre la ropa, el cuerpo y el tiempo. Igualmente, podemos afirmar que los remiendos de la ropa en la obra del maestro Saenz cobran vida, cada uno de ellos tiene una historia que contar. Los remiendos nos atrapan hondamente por la pasión y compasión mostrada por el escritor para abordar una temática poco común, representando lo imperfecto, lo repulsivo pero bello que emerge de las cicatrices de la ropa envejecida, tan querida por su portador. El cuerpo también tiene sus propias cicatrices, y remiendos que acompañan también como ropaje del alma.


Jaime Saenz nos sorprende por su capacidad para reparar en lo grotesco, para extraer lo llamativo, lo humano, y nos confronta en estos tiempos, donde todo es desechable, sustituible, donde se tiene una seducción enfermiza por lo nuevo, por lo atractivo, lo impoluto, lo sin cicatrices; un tiempo donde se tiene una devoción por lo superficial y veloz.

Cuánto nos enseña el autor a valorar la fidelidad de lo que acompaña, a conmovernos con lo pequeño y aparentemente intrascendente. Saenz nos invita a contemplar, a superar la ceguera del que ya no puede maravillarse con lo inusual y extraño. La ropa envejecida es una hermosa metáfora que nos insta a cuidar amorosamente lo que tenemos, a sanarlo a valorar su transitar, su amor y lealtad. Toca amar la cicatriz y el remiendo que nos enseña mucho, así como valorar el cuerpo, sus batallas, derrotas y victorias ya que el cuerpo es nuestro propio mundo y es gracias al cuerpo que estamos, vivimos y experimentamos el paso del tiempo y el estar. Así, podemos aseverar que la ropa es más que un simple objeto, ella es devota compañera, es parte del cuerpo que acoge y cubre. A su vez, el cuerpo es el ropaje del alma, y que todos estos elementos, ropa y cuerpo son representaciones del tiempo que los contiene, revela, transforma, edifica o aniquila.

 

SOBRE LA AUTORA

Verónica Stella Tejerina Vargas profesional boliviana – nicaragüense, magíster en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) del Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe (PROEIB Andes), en la ciudad de Cochabamba - Bolivia (2013). En esta ciudad obtuvo también su licenciatura en Lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas, otorgada por la Universidad Mayor de San Simón (2006). Diplomada en Ciudadanías Interculturales por el Programa para la Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) (2009), e Interculturalidad y Descolonización por el Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello (IICAB) (2010), ambos en las ciudades de La Paz - Bolivia.


Además de realizar investigaciones en los temas de ciudadanía, interculturalidad y descolonización con pueblos indígenas y movimientos juveniles ha complementado su carrera académica con el de la fotografía y la ilustración artesanal/digital, ya que considera que el arte es poderosa herramienta creativa, generadora de reflexión, incidencia y transformación.

 

[1] Las fechas originales de las primeras ediciones publicadas por Jaime Saenz en relación a su obra poética son: El escalpelo (1955). Cuatro poemas para mi madre (1957). Muerte por el tacto (1957). Aniversario de una visión (1960). Visitante profundo (1964). El frío (1967). Al pasar un cometa (1970-1972). Recorrer esta distancia (1973). Bruckner (1978). Las tinieblas (1978). La noche (1984). Su material en prosa como Felipe Delgado (novela,1979). Imágenes paceñas (estampas 1979), Los cuartos (relato 1985). Vidas y Muertes (retratos, 1986) y Los papeles de Narciso Lima- Achá (novela,1991). La Piedra Imán escrita el 17-noviembre de 1980 y terminada en julio 1981 fue impresa como obra póstuma en (1989). El señor Balboa. Santiago de Machaca (relatos, 1996). Tocnolencias (escrito entre 1978-1979).


[2] Como personajes emblemáticos el escritor retrató la vida del aparapita, del loco, del borracho, el poeta. Entre los lugares importantes de la ciudad se encuentran las montañas, los barrios de antaño, los callejones, los hospitales, la morgue y las bodegas o tabernas.


[3] En su libro de prosa breve Saenz se refiere al aparapita de la siguiente forma: “La palabra es de origen aymara y quiere decir el que carga […] es el aparapita un indio originario del Altiplano y su raza es la aymara. La fecha de su aparición en la ciudad es algo que nadie ha precisado. Tal vez podría sitiarse en los albores de la República. (Aquí convendría notar esto: no me refiero al cargador común y corriente, que también lo hay en La Paz y donde quiere que uno fuese. El genio del aparapita corresponde a una individualidad altamente diferenciada)” (2008.17)


[4] Los atributos que Jaime Saenz valora en el aparapita quedan puestos de manifiesto en estas palabras: “La cuestión es que uno se muere de envidia. Uno envidia al aparapita, esa simplicidad inalcanzable, esa soberana despreocupación. Y precisamente porque es muy difícil llegar a vivir como uno quisiera, qué difícil renunciar a las cosas innecesarias y cortar amarras y quemar naves, es muy difícil dejarse de cuidar su vidita y vivir, vivir en lugar de simular que se vive. El hombre orgulloso, desorbitado, fanático, solitario y anárquico me causa envidia, y es el aparapita, obedeciendo ciegamente a sus impulsos, fascinado por el fuego y por el humo, fascinado por la sangre, fascinado por los muladares. Empujado por el aliento de la libertad, el aparapita siempre encuentra aquello que busca”. (Saenz. Prosa breve.2008:22)

 

Bibliografía consultada del autor:

1.- Jaime Saenz. (1989) La Piedra imán (Narrativa). Huayna Potosí. La Paz

2.- Jaime Saenz, (2007) Felipe Delgado (Novela). Plural. La Paz

3.- Jaime Saenz, (2008) Prosa breve. (El aparapita de La Paz; Los cuartos; El señor Balboa; Santiago de Machaca, prólogos y presentaciones). Plural. La Paz

4.- Jaime Saenz (2008) Vidas y muertes (Narrativa). Plural. La Paz.

5.- Jaime Saenz. (2015). Poesía reunida (El escalpelo. Cuatro poemas para mi madre. Muerte por el tacto. Aniversario de una visión. Visitante profundo. El frío. Al pasar un cometa. Recorrer esta distancia. Bruckner. Las tinieblas. La noche.) Plural. La Paz.



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